ALEJANDRO DUQUE AMUSCO Noche escrita Renacimiento, Sevilla 2021 |
«¿No has visto / cómo la luna se ha roto / al pasar entre los pinos? / ¡Qué blanca viene / la fragancia del bosque!». Al mirar en perspectiva la obra de Alejandro Duque Amusco (Sevilla, 1949) es más fácil distinguir las constantes que todo autor que merezca la pena acaba mostrando. En el caso de Duque Amusco, la memoria es la gran inductora, que actúa sobre todo desde el escenario de la noche. No ofrece certezas: «¡Qué callejón oscuro la memoria!». De hecho acaba abandonándonos: «El nunca / es el lugar / más habitado». Y no obstante, es el hilo conductor de nuestra identidad: «Nadie es de ningún sitio. / Nada nos ata salvo la memoria». También hay constantes técnicas; Duque fue durante sus primeros libros un poeta barroco, retórico, que fue poco a poco esclareciéndose, abriéndose en la resolución de sus piezas. Los poemas seleccionados de Sueño en el fuego (1989) nos hablan desde el pasado más remoto y terminan con versos tremendamente sugerentes que señalan el contraste de aquel mundo feliz con la cruda realidad desde la que lo contemplamos: «desde las sierras de la infancia van bajando los lobos», o la nostalgia insalvable: «Oh sueño, oh cofre de la noche, entonces lleno de monedas vivas». Una vez más son la noche y sus constelaciones los celestes navíos en los que podemos comparar nuestra vida en todas las edades: «Bajo una inmensa ausencia, sólo estrellas». El balance suele ser negativo. «Desde el odio de Dios crecía el universo», sentencia en «Génesis», una catarsis del sentimiento religioso. Más adelante insiste en que «la huella más tenaz, más persistente / del hombre es el error». Y, finalmente, concluye: «fui, amé, volví. Donde quiera que estuve me sentí en el exilio, / hoy duele reconocer que la vida no se salda con la vida / y que cada recuerdo tiene un precio excesivo». Y no obstante, a pesar de que hay poemas que abordan la muerte, la ausencia, la nada, también hay una veta sensorial, sobre todo en piezas breves, como la de la cita con la que se abre esta reseña o el senryu que dice: «Joven desnuda. / Rubor. Cubrías tu desnudez / con risas».
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