Antonio Colinas, Por sendero invisible

ANTONIO COLINAS
Por sendero invisible
Renacimiento, Sevilla, 2018. 234 pág., 11.90€
«Sólo quisiera / escribir mis palabras con silencios: / escribir el poema sin palabras. // Sólo quisiera / mostrar el poema / como plegaria de silencio / en el silencio».
El leonés Antonio Colinas (La Bañeza, 1946) ha ido ahondando en la contemplación a lo largo de toda su carrera poética, a partir de lo que él mismo denominó «emocionante pureza de la mirada». Por medio de los paisajes y de ciertas pinturas, con la audición de músicas queridas, ha construido un mundo reconocible que observa muchas veces en la piel de personajes históricos, como Giacomo Casanova, en uno de sus poemas emblemáticos: «y yo solo deseo salvar mi claridad, / sonreír a la luz de cada nuevo día, / mostrar mi firme horror a todo lo que muere». Pronto llegó ese poema largo y vibrante, Sepulcro en Tarquinia, su gran aldabonazo en la puerta de la poesía española: «Se abrieron las cancelas de la noche, /  salieron los caballos a la noche, / se agitaron las zarzas del recuerdo…». José Luis Puerto ha preparado una selección de estos poemas, familiares en la poesía española actual y, a pesar de que pertenecen a diferentes libros, los ha dispuesto sin solución de continuidad, de tal modo que se leen como si formasen parte de una secuencia, lo que nos revela la coherencia que ha mantenido Colinas durante 50 años de escritura, desde Preludios a una noche total (1969). En el prólogo destaca la preocupación estética, metafísica y moral del leonés, su mezcla de clasicismo y de romanticismo, sus símbolos, su monólogo interior y la hilazón de sus poemas largos. Durante una larga época, Colinas se empapó de los místicos hasta fundirse con ellos y su poesía fue adelgazándose hacia el silencio al que señalan los versos que abren esta reseña. Como rúbrica nos regala cinco poemas inéditos, monólogos escritos desde la piel de Ezra Pound o de Cervantes, bajo las alas de los abetos, haciendo balance de las músicas que han estremecido al poeta durante su vida y que resultan inseparables de los lugares donde sonaron. «Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce / sombrío de mis venas toda la luz del mundo»

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