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KARMELO C. IRIBARREN Mientras me alejo Visor, Madrid, 2017 |
«Tus lectores no leen lo que has escrito: lo protagonizan». De esta atinada
manera define Luis Alberto de Cuenca la poesía de Karmelo C. Iribarren.
Lo hace
en el prólogo del último poemario del donostiarra, que este año está viviendo
un frenesí de publicaciones, aunque las demás han sido recopilaciones y
antologías. Mientras me alejo
mantiene el tono habitual de Iribarren, el de un tipo corriente: «Exiliado en
mi interior, / nunca en venta / ni besando la mano de nadie, / arrastro mi
minúscula épica / por unas calles / que ni siquiera son ya mis calles». Un observador
un poco fatalista que habla de lo que ve en su ciudad: los bancos, las nubes, los
domingos, el mar, la omnipresente lluvia. Hay sin embargo ciertos cambios o
ciertas evoluciones. El primero lo consigna también De Cuenca en el prólogo: tiene
un sabor más otoñal; el paso del tiempo adquiere paulatinamente más
protagonismo, aparecen los viejos, las arrugas, la eternidad. Ademas los poemas
siguen contando historias y siguen siendo muy realistas, pero no son tan
sintéticos como nos tiene acostumbrados. Hay una cierta recreación, en algunos
casos incluso una cierta retórica, que requiere del lector que esté más atento,
por ejemplo en «Esos tipos» o «Miradas» o «Tristeza». Y esto es muy generoso
por parte de Karmelo, que no se resigna a morir de éxito con una fórmula que le
ha granjeado multitud de lectores y de imitadores. Por cierto que juega a insinuar
pistas sobre su escritura. Por ejemplo advierte de que es más difícil de lo que
parece: «No es fácil la poesía, / porque no lo es la vida, / a partir de una
edad…». También ironiza con que la poesía ya no le sale al paso en las
situaciones que antes eran inspiradoras, como los parques de otoño bajo la
lluvia, los bares últimos de la madrugada y cosas así: «Una pena. / Ni se
imagina / lo que podría hacerle ahora / con mi experiencia». Y por supuesto,
sigue capturando como nadie el amor. De hecho, coincido con el prologuista en que
piezas como «Septiembre» («Tú en la playa / -recogiendo- / y el mar desesperado»)
o «El amor los domingos por la mañana», están entre las mejores que ha escrito
Iribarren.
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