Alejandro López Andrada: Va oscureciendo

ALEJANDRO LÓPEZ ANDRADA
Va oscureciendo
Hiperión, Madrid, 2023

«Salta un perro en el agua tan azul / como tus ojos, madre, / y oigo el paso del tiempo derribándose / ante mí como un viejo elefante / acribillado por los disparos de la melancolía
»

Tras 20 poemarios, 10 novelas y muchos galardones, el cordobés Alejandro López Andrada (Villanueva del Duque, 1957) añade ahora este libro crepuscular, con el que ha obtenido el Claudio Rodríguez. Se trasluce que lo ha ido componiendo durante la pandemia y el confinamiento. Menciona el virus y la visita a algún amigo enfermo. Especialmente en la primera de las cuatro partes en que lo ha dividido, la nostalgia se enriquece con imágenes domésticas muy evocadoras: «Nuestros recuerdos ruedan como uvas / en un mantel de hule» o «miro tu mano / y se abre un parque antiguo / lleno de despedidas». En este atardecer del día y de la vida que anuncia el título, parece que el mundo se ofrece tan despacio que «hemos dejado, al fin, de cumplir años» y en todo subyace lo que en otro tiempo hubo y ya no está: «cuando la brisa / roza nuestros ojos / y cae del cielo una alta soledad que huele a cines / clausurados, a bares / de invierno abandonados por el sol…». En algún momento los versos esponjan la tierra para «respirar lo amado, la tenue humanidad / de lo sencillo / que hace que ahora, en medio del vacío, / te sientas nube, luz, / jilguero, arcilla, oruga que labra bajo un árbol». En esta “ósmosis” (el acertado título de uno de los poemas), lo amado puede resumirse «en el misterio de esa luciérnaga / que arde en el espíritu / del encinar, al pie de una pared». En esta greda asoman no obstante minerales repentinos, antracita, limonita, oligisto… Mientras, «un ruiseñor ausculta el corazón / sagrado del silencio». Porque lo que ha ido madurando en esa tierra reblandecida y perfumada de lluvia ha sido precisamente el silencio, como un resumen pesado y pausado de la vida que hemos vivido, la vida que nos mancha los dedos con ausencias y que va inclinándonos a la definitiva noche: «estoy rezando / al lado de una tumba / y oigo el silbo sinuoso de la muerte en la humedad».

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