ANTONIO MANILLA Lenguas en los árboles Averso, Granada, 2023 |
«Canto del ruiseñor: / quien lo escuchó ya ha muerto».
Antonio Manilla (León, 1967) celebra 25 años de su primer libro con una selección de los nueve poemarios que ha ido sumando desde entonces, más seis poemas inéditos. Como nos advierte en el prólogo, se distinguen dos partes. La primera es una recopilación temática que da nombre al conjunto: piezas sobre el crepúsculo, el amanecer y el ritmo de las estaciones. Una colección que el autor agavilló para leer a orillas del río Órbigo. Manilla utiliza la naturaleza en estos poemas para contener el tiempo durante la contemplación, pero la mayoría de las veces la naturaleza le responde incrementando la conciencia de pérdida. Eso pasa en «Otoñal»: «El niño que contempla / la hoguera del otoño que enciende la distancia. / […] El recuerdo del padre, que vive en el paisaje / y es ceniza y frío y soledad y nada». La acumulación de escenas calmadas nos va sumergiendo en un clima de ceremonia, no exenta de tensión. Por ejemplo, el conflicto entre el día y la noche: «Luz y sombra combaten / rama a rama, hoja a hoja, / por lo mismo: / la ternura del verde, la plenitud del día, / la posesión del aire». Los pájaros juegan un papel crucial: «el mundo lo sostienen los vencejos». Interrumpir el flujo de la razón, abandonarse es el afán, pocas veces logrado: «Sentimiento es sentido / […] / No creas a la tarde. / No dejes que te embarque la hermosura / que aparece detrás de veladuras. / Contempla el río, escucha al ruiseñor, / disfruta de lo bello, / pon tu sentir en duda». Este recurso de darse instrucciones a sí mismo aparece a menudo en la segunda parte, titulada «Bodas de plata», una selección de temática variada, aunque casi siempre dirigida a la búsqueda de la felicidad, que no obstante el autor define como un «error humano». Será porque van surgiendo obstáculos insalvables, como nuestra insignificancia («somos huellas de arena en la marea baja») o el deterioro que impone el mero hecho de vivir («el niño que buscamos y no está / ya dentro de nosotros». En conclusión, «no hace falta comprenderlo todo / si la felicidad es el enigma».
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