Charles Simic: Una boda en el infierno

CHARLES SIMIC
Una boda en el infierno
traducción de Nieves García Prados y Javier Gutiérrez Lozano
Valparaíso Ediciones, Granada, 2022

«Con la primera brisa fría / de los días en que ponemos / toda nuestra confianza en el mundo / solo para ser engañados».

A Charles Simic (Belgrado, 1938) le desagrada lo que le muestran las televisiones y los noticiarios, pero siente la impotencia de no poder cambiarlo con las únicas armas que tiene a su alcance, que son las palabras. Sus poemas brotan bienintencionados, pero se deforman, se manchan al entrar en contacto con la realidad. Son como ese espejo grande que un empleado traslada por la calle y en el que el poeta se refleja desde la acera de enfrente, viéndolo todo oblicuo y en movimiento. Eso cuenta el primer poema del libro, una metáfora de las que le gustan a este poeta serbio recriado en Estados Unidos. A menudo sus atmósferas transcurren en una habitación con la televisión encendida y en silencio. Pero la perspectiva no mejora al asomarse a la ventana; todo lo contrario, se acentúa su sensación de insignificancia y anonimato: «no tienes ni idea de qué ciudad es esta, / ¿de qué país? Puede que se trate de un sueño, / ¿pero es tuyo? Tú no eres nada / salvo una vaga sensación de pérdida, / un miedo penetrante y desgarrador / en una avenida sin nombre». Los poemas de Simic transcurren en ámbitos cerrados e interrogantes como los cuadros de Hopper, en los que vive insomne y de los que se escapa a la manera de Alicia en el país de las maravillas, abriendo una compuerta y tropezándose con recuerdos que se confunden con sueños: «como sombras de la noche en un prado con viento, / y tus manos, Madre, como ratones blancos». Los personajes que le rodean son símbolos oníricos: un cuervo al que quisiera hacer leer o la hormiga hacendosa con la que conversa o la luz del sol que entra en la estancia «como un león escapado del zoo». A veces la realidad se desborda en sus pesadillas sin que encuentre la manera de domesticarla, y casi siempre entra con la forma de esos infiernos incurables de la humanidad que son los conflictos bélicos. Entonces, la poesía de Simic se ilumina como su televisor: «el presidente / hablaba de la guerra como de una mágica poción de amor». La edición es bilingüe y la traducción de García Prados y Gutiérrez Lozano es solvente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes expresar tu opinión sobre este artículo