Jordi Doce, En la rueda de las apariciones

JORDI DOCE
En la rueda de las apariciones
Ars Poética, Oviedo, 2019
«Converso cara a cara con el mundo / y sus cuencas vacías me interrogan».
Jordi Doce (Gijón, 1967) explica que ha organizado el recuento de su poesía hacia atrás, tomando lo más reciente como referencia para hacer las elecciones y los descartes oportunos. También ha incluido unos veinte poemas inéditos: «se trata de textos que un día pasaron desapercibidos o no encontraron sitio en ningún libro, pero que, leídos ahora», parecen iluminar zonas de su experiencia y de su sensibilidad que no ha querido dejar a oscuras. El resultado es una mirada que, como dice Vicente Luis Mora prefiere configurar a confesar. Como buen traductor y estudioso de la poesía anglosajona, Doce maneja el correlato objetivo, busca que la emoción emane del paisaje: «solo / son las hojas que caen, / este morir incandescente de las hojas». Aunque en muchas ocasiones, la meditación aparece explícita: «La calle es una ayuda, / la escena pertinaz de mi impaciencia / (…) sus porches y ventanas / sirven de guía al círculo vicioso / del pensamiento. Sigo su trayecto: / el destino soy yo, la imposibilidad / de hurtarme a la conciencia que me piensa». Muchos poemas, incluso los que no lo explicitan, empiezan con alguien que sale a caminar y va detallando lo que ve, creando por acumulación una atmósfera en la que el lector respira. Casi siempre hay una espera o una pérdida: «No hay regreso posible. / Tu ciudad ya no existe. / ¿Existió alguna vez?». Doce renuncia a las explicaciones, pues las palabras solo sirven para generar nuevas preguntas, que vienen a buscarte desde las cuencas vacías del mundo:  «¿Y a qué, por quién / las preguntas? / La vida se disipa / en el sentido. No hay razones / o las razones nos evitan». El poeta es un traductor del mundo que no puede explicarlo sin traicionar el significado. Por eso, a menudo, Doce se ayuda de la fábula o se acerca a ella. Como dice Eloy Tizón, los libros de poemas también son ficciones, y a Doce le gusta acentuar esta apariencia: «Un niño juega donde las acacias, bajo el sol de septiembre. / El agua suena en sus oídos pero no hay agua».

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