Rivero Taravillo, Svarabhakti

ANTONIO RIVERO TARAVILLO
Svarabhakti
Maclein y Parker, Sevilla,2019. 62 pág., 12€
«Salta una carpa / sobre las aguas grises. / Es el poema».
 Desde el misterioso título, todo el poemario de Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963) es un homenaje a la escritura como género, como tradición y como forma de vida. Svarabhakti es una palabra sánscrita que mezcla svara (soplo creador) con bhakti (amor). Pero también es una vocal de enlace que en las lenguas indoeuropeas se pronuncia, aunque no aparezca escrita. En la misma línea, el libro se refiere mucho a esa parte de la poesía que es misteriosa a veces para el mismo poeta, que desconoce de dónde le viene el soplo inspirador: «En el poema / no soy rey sino súbdito, / resignado a llevar el cetro / (¿de qué voz, y para quién?) / (…) pero el poema es / mi patria intransferible. / Lo que en él asoma siempre tiene mi rostro / por más que ajena sea su mirada». Aparece el filólogo en el titulo y aparece el artista que se deja llevar por una voz desconocida, pero también el lector agradecido que sabe que el destino final de lo que escribe es el olvido, evidenciado en la tumba desfigurada de Emilio Prados: «Al cabo de los años, el poeta / se funde en la incontable cofradía / de los anónimos». La propia vida se puede contemplar como un poema: «Tu cuerpo es el atril en que leo tu alma». Pero una vez más, el oficio es la parte que permanece oculta: «Trabajo con palabras, es decir: / coloco con cuidado los silencios». Finalmente, hay un territorio sagrado, anterior a la propia poesía, al que recurre a menudo Rivero Taravillo. Me refiero a la infancia, el paraíso perdido que, de algún modo, se perpetúa en el adulto: «En el tiovivo / o el carrusel, // muy agarrado al volante / con pequeñas manos de niebla, // quien va en el asiento vacío / ese soy yo». La infancia no muere porque vive escondida entre los símbolos: «Pensar / que tú piensas en mí: // caballo de madera abandonado / ante mi puerta». Svarabhakti es, por tanto, el poemario de un hombre que vive entregado a la escritura en muchas facetas y que de todas ellas se nutre, aunque no olvidemos que «un poeta jamás es un poeta. / O no tan solo uno unicamente».

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