Francisco Brines, Poesía y collage

FRANCISCO BRINES
Poesía y collage
Renacimiento, Sevilla, 2019
«Quizá sea esta la más importante razón de la persecución sufrida por la poesía. En el instante de su lectura podemos llegar a encarnar en nuestro propio enemigo».
Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932) es uno de los poetas vivos que reconocen por igual lectores y críticos. Encuadrado en la generación del 50, ha recibido casi todos los galardones a los que un poeta español puede aspirar, y si alguno se le resiste desde luego no es por falta de méritos. Es heredero directo de Luis Cernuda y de Constantino Kavafis. Su poesía reflexiona sobre el tiempo desde la sensualidad mediterránea. Su vida ha sido un viaje de ida y vuelta a su Elca natal donde vive su retiro cercano, rodeado de naranjos, frente al mar. Lo que muchos de sus lectores quizá ignoren es que este poeta es también un magnífico prosista que ha sabido dejar constancia de sus cavilaciones en contados pero muy sustanciosos ensayos. La editorial Renacimiento ha rescatado dos de ellos. El título parece referirse al segundo, un estudio sobre el collage como método de las artes visuales que está en viva relación con todas las demás artes. Sin embargo, el indispensable es el primero: Certidumbre de la poesía, texto con el que introdujo a manera de prólogo su Selección propia en 1984. Con la excusa de desvelar su poética, Brines emula el Historial de un libro de su maestro Cernuda y desliza lo que hay de involuntario en la aventura de la creación, que es precisamente su gran aliciente: «la poesía puede dejarnos más cerca de lo humano desconocido, es decir, más cerca de lo que desconocemos de nosotros mismos. Un poema puede servir más a un lector que al mismo poeta». Es en esas páginas donde afirma por primera vez que el poeta no tiene público, sino lectores, y adelanta que la poesía nos hermana porque esa emoción viva que transmite puede unir a dos seres tan distintos que lo único que tengan en común sea precisamente la emoción que comparten en las palabras del poema. «Ningún lugar que yo haya visitado ha recibido nunca de mí un adiós definitivo. Y siempre me he alejado con el deseo firme de retornar…»

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