Ramón Bascuñana, 6 seis 6

Foto: Luis FAvenia
RAMÓN BASCUÑANA
6 seis 6
La única puerta a la izquierda, Bilbao, 2018
«Y ya no sabemos si merece la pena / ayudar o sacar la foto / correr hacia ninguna parte con la vida en llamas / o detenernos y arder en el lento fuego del nápalm».
Ramón Bascuñana (Alicante, 1963) escribe de tirón, con minúsculas, dando voz a los menesterosos con su voz menesterosa y justiciera. Es la suya una poesía social emanada directamente de los periódicos, de las imágenes de los telediarios o los documentales de YouTube, pero, eso sí, expresada de igual a igual, de sufridor a sufridor. Ahí está la gran diferencia con los poetas sociales de los años 50, que denunciaban de arriba abajo, encaramados en el pedestal de la retórica o de la superioridad intelectual o la superioridad moral. Bascuñana denuncia y es a la vez el denunciante y el destinatario de la queja, en un desdoblamiento que lo aleja también de Bukowski, tan desapegado por el anestésico del alcohol. Al menos en este libro, Bascuñana da por sentado que sus poemas no van a encontrar otro interlocutor que no sea él mismo: «y me pregunto si un verso me salva / de esta suerte de estar solo / frente al mundo». «Y no encuentra sentido a casi nada // porque la vida es siempre casi nada». De hecho, para él «la vida es una afasia progresiva», «es un estercolero», «es septicemia». Y así sucesivamente. En este estado de ánimo encaja la cifra que da título al libro, «6seis6», «el número del mal / el de la bestia del capitalismo». Y uno acaba dando por bueno este chorreo de desahogos, a veces intempestivos, a veces desaliñados. Sin embargo, hay dos remansos que valen por todo el conjunto. Son los poemas dedicados al padre y a la madre: «mi padre se lamenta / porque esperaba algo del futuro / (…) un premio de consuelo por acatar las normas / (…) se fue volviendo viejo sin haber sido joven». Devuelven estos dos poemas una reflexión cavafiana que no podría haber escrito Cavafis porque incluyen más ternura que sensualidad, especialmente el poema «Mi madre», que empieza diciendo: «es la mujer humilde que aparenta / habla el idioma triste / de los que se conforman con la vida que tienen / pues no pueden cambiarla».

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