Revistas poéticas


En el sentido del reloj, portadas de los últimos números de Sibila,
La galla ciencia, Azaharanía, Barcarola y 21veintiún versos
«Son los golpes y las dificultades los que nos dicen si llegaremos a ser conocidos y si nuestro destino puede ser ejemplar, como una estrella»
, dice John Ashbery en el número 8 de la revista La galla ciencia, un número que hace «antología de los poetas marcianos». Está centrado en el octavo pasajero, el alien, con una portada de color pistacho que es el color de la radiactividad en los Simpson, y dedicado a la memoria del poeta visionario Rafael de Cózar. Es el canto del cisne de esta revista murciana, que se despidió en marzo con un artículo titulado Los paraísos duran un instante. En el efímero mundo de las revistas poéticas, esa fulguración es útil. Sirve para relacionar a escritores, que muchas veces no se conocen entre sí, en torno a un tema obligado o simplemente en el cobijo de unas páginas cordiales. Hay quien dice que las revistas poéticas son el último reducto de las vanguardias del género. A menudo sus promotores solo intentan crear una obra de arte coral, un objeto delicado y hermoso. Son más numerosas de lo que parece. Forman legión, aunque invisible fuera de los círculos literarios. Últimamente ha caído en mis manos la última entrega de la valenciana 21veintiúnversos, que alcanza cinco ediciones sumando veintiún firmas diferentes en cada tirada. Surge desde el desvelo de Juan Pablo Zapater, Víctor Segrelles y su selecto equipo. También llegó en febrero el número 15 de la castellonense Azharanía, que se cuece en la tertulia poética El Almadar y que capitanea el artista todoterreno Marcelo Díaz. Y llegó el Cuaderno ático de Juan Manuel Macías, otro poeta y filólogo activista que lo mismo traduce con primor a los griegos que ejerce de tipógrafo y no para en Internet. En primavera/verano ha lanzado el número 9.5 de su Cuaderno. Y ahí están, cuidadas y bien respaldadas por las instituciones, la albaceteña Barcarola, de Juan Bravo, (número 89) y la sevillana Sibila de Juan Carlos Marset (55). Son ya dos bibliotecas en sí mismas. Aportan traducciones inéditas, dossieres y hasta un disco. Abarcan todos los géneros, pero le reservan su trono a la poesía.

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