JUAN LAMILLAR Extraña geografía Pre-textos, Valencia, 2017. 76 pág, 15€ |
«Y certifico
que la vida está aquí, / en la melancolía de unas páginas que he buscado y
disfruto, / entre la soledad de este tiempo ganado a la impostura».
Juan
Lamillar (Sevilla, 1957) reivindica su particular beatus ille, colocándose a un lado del guirigay que oculta con sus
destellos el presente. No es tanto lamentar el tiempo que pasó, como hacerse
dueño de los propios recuerdos: «Pisamos las pavesas de la horas ya idas: /
desde ellas crecerá la memoria / que las salva y nos salva, / la memoria, / su
hoguera inextinguible». Se esmera Lamillar en el juego de pesar el instante en
la balanza de la luz. Y eso, en otro lenguaje, es la fotografía, a la que
dedica la última de las cinco partes en que está dividido el poemario. El
cierre («Conjuro para ver pasar el tiempo») es una reflexión poética sobre el
proyecto de Nicholas Nixon de retratar cada año a las hermanas Brown en poses y
escenarios que invitan a comparar los cambios. Construye otro poema desde la
inspiradora afirmación del fotógrafo Alberto García-Alix: «La fotografía
siempre es pasado. Una vez que has apretado el botón del disparador ya no somos
como somos, somos como éramos». Es uno de los momentos del libro que a mí se me
antojan ejercicios de virtuoso, como la parte segunda, consagrada a los
sonetos. Pero Lamillar es un Curro Romero de la poesía y el poemario nos ofrece
piezas que se graban directamente en la memoria la primera vez que las lees,
como «El mercado», arrancado a un lugar que en apariencia puede resultarnos
poco inspirador, o como la elegante pose de profesor de «Unos gestos», el
autorretrato de escritor de «Un extranjero», la soledad que vence al olvido en «Las
horas». El tono general del libro se bate a pulso con el tiempo sin más armas
toreras que las palabras y a veces consigue ponerlo del revés, como en «Casa de
Pilatos», que los altos emperadores «mirarán envidiosos, / desde el mármol de
Roma». Extraña geografía vio la luz
en 2017 y lo hemos encontrado tarde, y sin embargo a tiempo, indicio de que
vence. Como Lamillar sentencia: «no reniegues nunca / del don que no mereces».
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