ANTONI MARÍ
Han venido unos amigos
Renacimiento, Sevilla, 2016
Cuentan que Aleixandre, por el hábito de su mala salud, escribía
acostado. Y hay quien asocia la postura con sus versos largos característicos. Lo
he recordado leyendo Han venido unos
amigos, de Toni Marí (Ibiza, 1944).
El personaje que da voz a los poemas
convalece en su casa familiar de una operación grave, apartado de la
civilización, por así decirlo. Lo único que lo conecta con el mundo son las
visitas de los amigos y las cartas. Esta es la situación de partida. A lo largo
de quince fragmentos de su monólogo interior, va recomponiendo la realidad que
lo rodea: «Porque la poesía es, tal vez, el modo de encontrar / el lugar desde
el que nombrar de nuevo las cosas». Y he dicho bien: monólogo interior, que es
una técnica que se asocia más bien con la prosa. Y los versos adolecen, en
principio, de esa tensión característica de la poesía, que pretende que no
sobre ni una palabra, que todo se diga con los menos elementos posibles. Marí,
o su personaje, se deja ir en las frases, no evita los circunloquios, ni da la
impresión que le preocupe acercarse con tanteos a la idea que está explorando. «Este
lenguaje diario no debería renunciar, / sin embargo / a la razón de la poesía,
que es dar / alguna paz a la inquietud metafísica». Sorprendentemente la madeja
de los poemas me ha ido atrapando, he ido sintiendo que lo que iba encontrando me resultaba
emocionante, de algún modo que me costaba entender. Tal vez porque «la poesía
rompe el hábito de la vida» «y por eso también comprender un poema / es como
entender un tema musical / y entendemos la música por las modulaciones / y las
inflexiones del sonido, / por los ritmos magníficos y por la extraña / alegría
del compás, / pero no por el significado que nunca va a tener». Sorprende que
una poesía que presenta una apariencia tan explícita atrape precisamente
gracias a lo que esconde en su fraseo, en su ritmo, en la seducción de lo
oculto. Tiene mérito tratándose además de un libro traducido del catalán, Han vingut uns amics (2010). Los
fragmentos IV (que rescata el recuerdo de los padres desde la cama que les
perteneció) y V (sobre el dolor y el olvido) me emocionan especialmente.
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