LEÓN MOLINA PANTIGA Mapa de ningún sitio 2015, Sevilla, Ediciones de la Isla de Siltolá |
«Pensar hoy consiste sobre todo en desinfectar ideas». Con este
convencimiento, y al hilo de la cultura del picoteo y los eslóganes
publicitarios, se ha desatado la moda de las máximas, los adagios y los
aforismos. Uno de mis aforistas preferidos es León Molina Pantiga (San José de
las Lajas, Cuba, 1959). Lentamente fue desplazando el epicentro de su poesía
hacia la instantaneidad del haiku y luego poco a poco le ha devuelto el
ingrediente de la reflexión, pero manteniendo la brevedad.
El reajuste lo realizó en su anterior libro, El taller del arquero, donde había un poco de todo, desde poemas aforísticos hasta haikus rotundos como sentencias, pasando por aforismos líricos. Por supuesto también había piezas de cada género en estado puro. En Mapa de ningún sitio el aforismo se ha instalado y vale por un ensayo completo desintegrado en una constelación de frases brillantes, afiladas, escritas a contrapelo. Como la Rayuela cortazariana, uno puede empezar por el principio o por el final o por en medio y enseguida va encontrando caminos que iluminan un espacio de la vida con la misma sabiduría experimental de los refranes. Por ejemplo, ahora que estamos en época de negociaciones y vociferios, a alguien le ayudaría reflexionar en la siguiente secuencia: «Si no lo creo, no lo veo». «Quien encara la vida como un problema se tendrá que conformar con soluciones». «Al que no lleva razón le queda un recurso: pedir una votación». «La inmensa mayoría de las prohibiciones expresan un fracaso de la inteligencia». «El que discute con aquel al que no puede refutar, es un tonto. El que discute con aquel que no le puede refutar es dos tontos». «Si no pierdes el tiempo, ¿cómo quieres encontrarlo?». «Para afiliarse a un partido, primero hay que desafiliarse de uno mismo». «Las ocasiones perdidas son ficciones de la memoria». «La opinión de la mayoría es como la playa en verano; puede que esté bien, pero hay demasiada gente para estar a gusto». Por supuesto, es solo uno de los recorridos posibles en este mapa escrito para desorientarse en la algarabía mediática y reencontrarse en la más importante de las permanencias, la de uno mismo.
El reajuste lo realizó en su anterior libro, El taller del arquero, donde había un poco de todo, desde poemas aforísticos hasta haikus rotundos como sentencias, pasando por aforismos líricos. Por supuesto también había piezas de cada género en estado puro. En Mapa de ningún sitio el aforismo se ha instalado y vale por un ensayo completo desintegrado en una constelación de frases brillantes, afiladas, escritas a contrapelo. Como la Rayuela cortazariana, uno puede empezar por el principio o por el final o por en medio y enseguida va encontrando caminos que iluminan un espacio de la vida con la misma sabiduría experimental de los refranes. Por ejemplo, ahora que estamos en época de negociaciones y vociferios, a alguien le ayudaría reflexionar en la siguiente secuencia: «Si no lo creo, no lo veo». «Quien encara la vida como un problema se tendrá que conformar con soluciones». «Al que no lleva razón le queda un recurso: pedir una votación». «La inmensa mayoría de las prohibiciones expresan un fracaso de la inteligencia». «El que discute con aquel al que no puede refutar, es un tonto. El que discute con aquel que no le puede refutar es dos tontos». «Si no pierdes el tiempo, ¿cómo quieres encontrarlo?». «Para afiliarse a un partido, primero hay que desafiliarse de uno mismo». «Las ocasiones perdidas son ficciones de la memoria». «La opinión de la mayoría es como la playa en verano; puede que esté bien, pero hay demasiada gente para estar a gusto». Por supuesto, es solo uno de los recorridos posibles en este mapa escrito para desorientarse en la algarabía mediática y reencontrarse en la más importante de las permanencias, la de uno mismo.
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