Intercambiando lecturas, algún conocido me comenta con expresión de hastío: estoy cansado de libros sobre la guerra civil. Una declaración de loable sinceridad, que puede entenderse, pero que no comparto en absoluto. Cuanto más leo sobre el tema, más concernido me siento y más quiero indagar. Han pasado setenta y cinco años y muchos no llegamos a vivirla directamente, aunque los relatos y los silencios y los miedos de quienes la sufrieron y sintieron sus efectos consiguieron inyectarla en nuestra identidad. Desgraciadamente son muchos los que aún siguen esperando ver dignamente reconocidos y enterrados a sus muertos para morirse en paz y a Garzón le está costando un castigo desproporcionado su intento de normalizar el asunto, con lo que las secuelas de la guerra, sus estertores, siguen aún causando estragos emocionales y judiciales tantos años después. Forma parte de nuestros genes, por lo menos de los míos, y devoro con avidez cuanto caiga en mis manos que pueda enriquecer mis impresiones sobre esos años terribles de nuestra historia que el viento sigue agitando como una hoguera en la que se nos quema el pasado. Hace poco, en la Casa del Libro de Madrid, Alfonso González Calero se empeñó en regalarme “A sangre y fuego”, de Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres 1944). Me dijo que le había impresionado. El autor se autodefine en el prólogo como pequeñoburgués liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Añade que en los nueve relatos que componen el volumen cuenta lo que ha visto y lo que ha vivido más fielmente de lo que él quisiera. Lo escribió exiliado en un hotel francés en el año 1937, cuando aún le quedaban a la guerra las dos terceras partes de su masacre y la prórroga de la terrible represión franquista. Sin embargo constan tan implícitas en los relatos que uno no las echa en falta en absoluto. El libro no habla de la gran historia, sino de la pequeña historia de personas anónimas de carne y hueso que de pronto alcanzan la inmortalidad de la literatura. Dice la propaganda que todos los lugares y las anécdotas reunidas son reales y no lo pongo en duda. Me imagino a Chaves Nogales en el hotel, poniendo en orden las notas tomadas a vuelapluma de lo que le fueron contando unos y otros, aliñadas con el recuerdo de los lugares donde sucedieron. Esos son los mimbres. El resultado son unos reportajes tan elaborados que constituyen un ejemplo, yo diría que pionero, del nuevo periodismo que luego harían famoso los americanos Mailer, Capote y Wolfe, a quienes el sevillano nada tiene que envidiarles. Son cuentos tomados de la vida e inmortalizados por una prosa del tiempo, con la retórica orteguiana pulida hasta potenciar los detalles sin distraer de la trama. Aparece la guerra no como una pugna entre dos bandos definidos, sino como una confusión de gentes que se esconden, traicionan, se refugian, dan un paso hacia la muerte o intentan sobrevivir como sea, a veces sin ninguna posibilidad de lograrlo, condenados por el destino de aparecer en uno de los relatos. Un mundo en el que la arbitrariedad se extiende en el aire como un virus y no queda un reducto en el que uno pueda esquivarla. La determinación de dos Españas minoritarias para acabar con la otra, la mayoritaria tercera España (como resume Ana R. Cañil, la prologuista, las observaciones de Santos Juliá y Trapiello). Es fácil asociar los relatos, sin necesidad de esforzarse, con las imágenes que nos llegan de los países magrebíes y de Oriente próximo, inmersos en guerras inciviles, con microhistorias personales que acaban pareciéndose entre sí. A mí se me funden y confunden con otras lecturas inolvidables, como el pasaje de “Homenaje a Cataluña” donde Orwell relataba con maestría cómo recibió en el cuello el balazo de un francotirador franquista, o como la batalla inicial de “La Cartuja de Parma” stendhaliana, renovada por Chaves en un párrafo antológico (pág.82): “las batallas no se ven; se describen luego gracias a la imaginación y deduciéndolas de su resultado.” Un libro útil para seguir de cerca la historia de España. Chaves Nogales: A sangre y fuego. Espasa, 2011.
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