Una lluvia tartamuda y biutiful


En pocas semanas he podido disfrutar en el cine de tres películas seguidas que me han gustado, lo que constituye una buena marca. Y encima dos son españolas, aunque «Biutiful» esté coproducida con Méjico. Las otras son la británica «El discurso del rey» y la oscarizable  «También la lluvia». Digo que las he disfrutado y me parecen buenas, pero no puedo sentar cátedra, claro, después de disentir abiertamente con algunos críticos reputados en la valoración de  «Balada triste de trompeta» de Álex de la Iglesia, que a mí me parece un bodrio, mientras ellos aseguran que “el director arriesga y gana” con su “humor descacharrante” y que es la película “más personalísima” que se ha filmado en estos lares. Sólo estoy de acuerdo si el catalogarla de ese modo es un subterfugio para evitar reconocer que no tiene guión ni fuste, por mucho que Tarantino le diera el premio al mejor guión en Venecia, lo que a mi juicio desacredita al director estadounidense más que validar el filme. La comparación sólo consigue engrandecer aún más la estremecedora «Biutiful», que transcurre en una Barcelona irreconocible, aunque sea visceralmente más real que la turística que nos mostraba Woody Allen en su reciente pamplina, también con Bardem como protagonista. Tanto esta película de González Iñárritu como la de Itziar Bollaín («También la lluvia») consiguen acercarnos a la vida que se oculta debajo de la piel confortable y engañosa donde nos movemos unos pocos privilegiados. Tienen un punto de documentales porque, siendo ficciones, transmiten verdad y te la restriegan por la cara durante el tiempo en que están desarrollándose y te dejan el bicho dentro para que te vaya royendo luego en los días posteriores. Quizá por eso mismo, «Biutiful» sea especialmente incómoda, desasosegadora. Ver a Javier Bardem hecho un guiñapo y debatiéndose, con todas las limitaciones de un superviviente, por dejar en orden su vida antes de abandonarla, es durante muchos minutos desgarrador. Tal vez no le den los mismos premios por este papel, pero siempre es un espectáculo comprobar cómo hace verosímil cualquier personaje, interpretándolo desde las tripas, lo cual se aprecia mucho más en este Uxbal que se arrastra toda la película con las tripas abiertas. También es cierto que si «Biutiful» me parece tan buena es porque todos los demás actores están asimismo magníficos y creíbles, incluidos los niños. De hecho, en las tres películas de las que vengo hablando, se ha ensalzado mucho a los actores principales, pero si no estoy ciego, me parece que los secundarios rayan incluso por encima. Aunque Tosar está siempre perfecto. Él solo sostenía «Celda 211», con el apoyo de Resines y del otro Bardem. Aquí su papel es más de matices, de miradas feroces mientras defiende a sabiendas una injusticia y de mirada cambiante, dubitativa, en esa secuencia antológica en la que se debate entre huir con la caravana que dirige o volver a salvar a la hija de una amiga. Y sin embargo, aparte del siempre notable Gael García Bernal y del sorprendente Carlos Aduviri, Karra Elejalde compone un papel de Antón/Colón lleno de autenticidad. Casi diría que es el mejor, si no fuera un filme coral. Pero es que en cierta medida pasa lo mismo con Goffrey Rush, en el papel de Lionel Logue («El discurso del rey»), el terapeuta australiano que consigue que el monarca tartamudo articule un discurso completo. La propaganda de la película habla y no para de Colin Firth y su interpretación de un George VI que se pasa toda la película luchando contra su defecto en el habla, teledirigido hacia el Óscar. No está mal, pero le tiembla el pulso. Mucho mejor Rush, que se lo come crudo, o la princesa encarnada con firmeza por Helena Bonham Carter. Con esto del cine pasa como con el fútbol: demasiada gente solo tiene ojos para el jugador que marca el gol, sin apreciar que hay otro que lleva todo el partido filtrándole pases definitivos. En cuanto al guión, sin restarles méritos a las otras, me quedo con el de «También la lluvia», una película que consigue hacer sencilla la complejidad y la sirve aliñada con ternura.

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