VERÓNICA ARANDA La rosa contra el lino Polibea, Madrid, 2023 |
«Esta es tu poética, viajero. / No dudes en los cruces de caminos. / Demora tu regreso varios años».
Verónica Aranda (Madrid, 1982) hace balance de los 14 poemarios que ha
publicado hasta la fecha con esta antología que tiene la virtud de resultar
abarcable, a pesar de la enorme prolificidad de la autora. El título propone un
equilibrio entre lo efímero de la rosa y lo duradero del lino. En el prólogo,
Juan José Martín Ramos nos advierte de que Aranda no es una poeta-viajera ni
una viajera-poeta, porque a la vivencia del viaje antepone su mundo interior. Lo
cierto es que tanto los títulos de sus libros, como los ambientes y los temas
de sus poemas, retratan a una mujer cosmopolita que se resiste a una rutina que
no sea itinerante: «compro dos amuletos y me invade / el miedo irracional a los
regresos / y a los salteadores de caminos». Es curioso que el prologuista y yo
destaquemos los mismos versos con conclusiones diferentes: «la vida sedentaria
/ es un círculo lleno de alacranes». Dice
Aranda también que «El viaje nos
libera o puede condenarnos». Si nos atenemos a sus poemas, viajar le sirve
para escapar de sí misma, como le ocurre en «Teherán» y
confundirse con el anonimato de la lluvia. La lleva a lugares inhóspitos, donde
espera la llegada de la persona amada «en una plaza hostil frente a unos cines» o «en
desórdenes de puertos, / a bordo del azar de los tranvías», siempre en «ciudades
a destiempo», siempre «fugitiva del amor»,
sacrificando «los besos más furtivos» por
subirse a trenes «de destinos
maléficos». Cuando al fin se detiene, lo hace en lugares sensuales y exóticos, donde
experimenta el vértigo de la fugacidad: «Desperté en Khajuraho / y escancié la
mañana en una copa / de la que solo quedan los cristales». Aranda es
también aventurera del lenguaje, en soporte habitualmente narrativo, con ligera
inclinación a lo oriental. Acumula tres libros de haikus. Por ejemplo, «cuarto
creciente. / Dando la espalda al río, / dices mi nombre». Ha escrito
mucho en rincones donde la duda «siempre acaba por ser politeísta».
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