Rafael Camarasa: Cabos sueltos

RAFAEL CAMARASA
Cabos sueltos
Ediciones Contrabando, Valencia, 2023
«Un hombre al que el azar ha situado en el rompeolas de un momento / para que admire la tempestad / que tantas veces lo arrastra» La voz de Rafael Camarasa (Valencia, 1963) nos habla desde escenarios cotidianos que resultan acogedores precisamente porque se dirige a nosotros «con el temor creciente de un monje / que, en la profunda quietud de su celda, / ha visto afilarse la llama de la única vela que lo alumbra». Cierto que a veces las descripciones se alargan peligrosamente, pero si le dejamos acabar comprendemos que todas las palabras eran necesarias. Al fin y al cabo, la escritura de Camarasa derivó hacia la prosa poética en Cromos (2007), apenas cuatro años después de que, según el prologuista Francisco Fernández Meneses, cuajaran estos Cabos sueltos que afloraron en 2018 y ahora alcanzan una segunda vida, revisada y ampliada. Qué bueno que libros notables que pasaron desapercibidos sean rescatados. El mérito en este caso es de Paco Benedito y Lola Andrés, capitanes de la colección Marte de Ediciones Contrabando. Dice el poeta: «sé que una marca no me asegura que volverás a por el libro de tu mesilla, / pero sí que tenías esa intención / al doblar el ángulo de la hoja». Hurga en las contradicciones de la vida, señalándolas, no tanto en busca de explicación como de la emoción que destilan: «En el suelo agrietado del patio, el árbol solo proyecta una sombra. / Y siento nostalgia porque me marcho. / Y alegría porque regreso». Así compartimos el momento en que la pareja está mirando el mismo paisaje pero ve cosas distintas en «Universos paralelos»; el momento en que el niño pide el deseo de cumpleaños antes de apagar las velas y el padre sin quererlo esboza su propio deseo en «Celebración»; el momento («Una historia antigua») en que el poeta detecta a una vieja novia en el supermercado y duda sobre si saludarla o no: «No quise remplazar a ese otro yo que, en su memoria, / creería en causas en las que ya no creo». También el poema que acertadamente cierra el libro, «El regreso», en el que los amigos vuelven en el coche cantando una canción infame que sin embargo será ya para siempre el himno del viaje.

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