Lorenzo Oliván: Los daños

LORENZO OLIVÁN
Los daños
Tusquets, Barcelona, 2022

«En algunos paisajes siempre estamos. // No se pueden mirar de forma neutra».

Hace solo dos años que Lorenzo Oliván (Castro Urdiales, 1968) presentó una antología de sus seis poemarios publicados hasta entonces. La llamó Las percepciones islas. Adelantaba en ella seis poemas de esta nueva entrega que ahora llega, Los daños. Él mismo ha definido su estilo como «El ojo que piensa», que quiere decir que escribe los poemas mirando en derredor y buscándose a sí mismo en las cosas que mira, intentando comprender y constatando con sereno estupor que la razón no le alcanza: «Debajo de la piel del mundo o de nosotros casi todo es abstracto. […] La realidad, de forma paradójica, resulta realista sólo al primer vistazo y en su primera piel». No se conforma Oliván con este contratiempo, no renuncia a prospectarse, a contemplar analizando, aunque poco a poco ha ido acercando su campo de visión pues le ha quedado claro que la lejanía solo es una sustancia más que uno absorbe para profundizar en sí mismo: «Al perderse tu vista allá en el horizonte, / notas que de repente te da un vuelco / tanta contemplación. // Caes de ti. // Como un párpado». Escuchar a Bach es otra manera de acercarse: «sientes cómo la música persigue / siempre a la propia música». Y algo parecido ocurre con la pintura: «Pintar es penetrar el fondo del secreto, una forma indirecta de cavar, de desvelar una tensión oculta. En ella solo cuenta la energía de la mirada interna». Según Oliván, venimos a la tierra como astronautas de nosotros mismos y bebemos de los rostros como las plantas beben de la luz. Pero los significados nos huyen. Las palabras, por ejemplo, «en sí no valen nada. / Lo que importa, en el fondo, es qué las mueve; / lo que importa, en el fondo, es que se muevan». Y, como a Oliván le gustan los contrastes y las paradojas, añade que «hay un desierto de las no presencias / junto a lo presenciado / un laberinto alzado con los caminos que jamás tomaste». El objetivo final, lo que Oliván está buscando en cada verso es «¿Qué diablos será el yo? ¿Un impacto constante?».

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