Pier Paolo Pasolini: La religión de mi tiempo

PIER PAOLO PASOLINI
La religión de mi tiempo
traducción de Martín López Vega
Nórdica Libros, Madrid, 2022

«No hay cena ni comida ni contento del mundo / comparable a una caminata sin fin por calles pobres / donde hay que ser desgraciados y fuertes, hermanos de los perros».

El pasado 15 de marzo, Pier Paolo Pasolini hubiera cumplido cien años, aunque su ominoso asesinato en 1975 parece haber arrojado una capa de cemento sobre su figura políedrica, tanto en la cultura y arte italianos como europeos. Más conocido como cineasta, incluso como articulista, Pasolini fue un poeta notable. Demasiada casualidad parece que su primer poemario, Las cenizas de Gramsci, apareciera en 1957, tan solo un año después de que Allen Ginsberg compusiera «Aullido». Con tono hímnico el poeta estadounidense había cantado a los mejores espíritus de su generación, destrozados por el sistema. Pasolini también eleva su canto dolorido por la pérdida de un ideal, el de la revolución: «¡oh muchachos desdichados que habéis visto al alcance de la mano / una victoria maravillosa que no existía!» Lo hace casi siempre en tercetos encadenados, a la manera de Dante en su Comedia, debatiéndose entre contradicciones: «amando el mundo que odio», «entre la esperanza y la desconfianza», porque «nunca hay desesperación sin un punto de esperanza». Pasolini se detiene ante las cenizas del politólogo Antonio Gramsci y nos da a entender que allí, con el cuerpo, están enterrados también los ideales. Considera que sus contemporáneos italianos no están viviendo la vida, «sino la supervivencia, ―tal vez más feliz que la vida― como / de un pueblo de animales en cuyo arcano / orgasmo no hay otra pasión / que la del trabajo diario». Abomina de la Iglesia, encuentra en los arrabales, entre los harapientos, «el instrumento de percusión del sexo y de la luz», un mísero sentimiento de amor, con el que entregarse a la existencia como los pájaros. Es curioso que una obra de largo aliento, sometida al corsé de los tercetos y lastrada por las ideas, sea capaz de despertar emociones, pero lo logra, aunque pueda influirnos la imagen que tenemos del personaje, «un poeta inofensivo, pero diverso», que esgrime en su defensa «una desesperada vitalidad». Martín López Vega se ha encargado de la traducción y yo creo que acierta dándole al compendio el título del segundo libro de Pasolini.



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