ADALBER SALAS HERNÁNDEZ Nuevas cartas náuticas Pre-Textos, Valencia, 2022 |
«El mar es, antes que cualquier otra cosa, una catástrofe».
Adalber Salas Hernández (Caracas,
1987) es ensayista y traductor además de poeta. En este libro ha puesto al
servicio de la poesía todas sus ciencias. El título (Nuevas cartas náuticas)
es un indicador bastante exacto de sus intenciones: el mar es infinito en presencia
y en historia y, yendo de un cronista a otro, uno puede recorrerlo y salir
empapado de todos los mares, que al final son uno solo. Como ejemplificó
Borges, se puede ser exhaustivo con un tema sin abordarlo orgánicamente,
aproximándose con fragmentos bien elegidos que nos embarquen en una atmósfera.
Hay que aventurarse y dejar atrás «ese doméstico fin del mundo que llamamos
orilla». Uno se aleja con trucos, con la lista de supersticiones de los fenicios
o midiendo las distancias con cantos, sabedor de que los barcos son «árboles
sordos cruzando el mar, ya sin hojas ni savia, madera capaz de ver aunque haya
nacido sin ojos». También fueron antes seres vivos los portulanos trazados
sobre piel: «como si / se requiriera hocico para orientarse con ellos / o como
si el recuerdo animal los hiciera más leales». Y, aparte del agua, entre los
elementos, destaca el viento que empuja las naves y origina batallas cuando a
sus iras «responde el mar, / y se traban entrambos / como bestias en celo». Las
voces de los cronistas, sus idiomas, el griego, el latín, el portugués, se
mezclan con la propia voz de Adalberto Salas sin solución de continuidad y nos empujan
hasta la orilla de un presente en el que «el viento entre los árboles /
recordaba en voz alta un océano / que estuvo y ya no está», cuando «se han
movido las lindes del mundo, / ciudades brotan como hierba feroz / en todas
partes». Entonces el poeta nostalgia con la voz de Ovidio: «Los recuerdos pasan
allá arriba en mi cabeza, / remotos / como barcos en la noche». El poeta es un
clavadista que se deja caer hasta el fondo marino «donde cada vocablo suena
opacamente». Al fin y al cabo, «antes del radar o el sonar, antes de la
navegación satelital, estaba la navegación sacrificial». Y aquí sigue.
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