Fabio Morábito: A cada cual su cielo

FABIO MORÁBITO
A cada cual su cielo
Visor, Madrid, 2021

«¿Puede decirse algo que no viene al caso? // Todo viene al caso si estás vivo. / Todo».

Fabio Morábito (1955) vive en México, aunque nació en Alejandría. Este es su quinto poemario. Escribe también cuentos y confiesa que es muy diferente la gestación, según el género: «Escribo prosa mientras junto / valor para los versos / (...) escribo prosa como quien empuja / un buey por un cultivo». Por el contrario, la sensación que transmiten sus poemas es la de que nacen de un juego. Brotan por lo general de una anécdota que a veces linda con la fantasía, sin abandonar del todo la realidad, como cuando afirma que los mapas se hacen al amanecer del domingo, cuando la población está dormida y son más claros los relieves de la patria, o que colgamos cuadros en las paredes y nos olvidamos de ellos porque solo están ahí para protegernos. Reina en los poemas de Morábito una ternura ingenua, casi naïf, inofensiva y a la vez audaz, porque la ingenuidad puede permitirse el lujo de ser audaz. Así en las piezas amorosas deja la iniciativa a su pie parásito o convierte al amor en una fruta: «todo lo suculento cae a nuestra boca / como descolgado de una rama, / como tú, que arranco cada día / de tu árbol, de tu tribu / y te traigo a este lado del río / y te como y te muerdo y te guardo / y tengo miedo de que te pudras». Pero hasta el propio deterioro e incluso la muerte son contemplados desde la inocencia. Tu cara de viejo ya es para siempre; aventajar es estar solo; probablemente somos los últimos hablantes de lo que decimos antes de marcharnos. A veces Morábito se asoma a la ventana para mirar las nubes y solo ve su rostro reflejado. A veces sueña que su sombra no se imprime en el suelo ni en las paredes. Sin perder ese tono de trascendencia desenfadada, quizá los mejores poemas del libro son aquellos en los que mira al pasado y ve la perra callejera a la que recogieron en la infancia y estuvo solo una noche en la casa, o la anciana que recuerda que siendo niñas el balón se les quedó enredado en la copa de un árbol, y sobre todo esa joya donde habla de la lubricidad de su padre.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes expresar tu opinión sobre este artículo