José Manuel Benítez Ariza, Realidad

JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA
Realidad
Isla de Siltolá, Sevilla, 2020
«Busca uno esa sombra, esa penumbra azulada sustraída a ese otro azul ígneo, gaseoso, del que venimos y al que volveremos para diluirnos en él».
José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) es pintor además de poeta y su mirada lo expresa. Aunque advierta al principio que «el mundo es un despliegue puramente auditivo / y es mejor, para ser parte de él, cerrar los ojos», mantiene siempre los ojos muy abiertos, pendientes de la realidad, que es color, pero sobre todo tiempo. Por un lado el que discurre y no para de fluir, como el río de Heráclito: «lo otro, el agua que corre, es sólo tiempo, / destellos que se funden en un solo destello / y en su caída aciertan siempre / en el exacto centro del temblor». Benítez Ariza se aferra con los versos a ese presente fugitivo, en una lucha perdida de antemano: «resistiré lo que el terrón de arcilla / que opone al aguacero su pretensión de piedra. // Debo dejar de ser para fluir». Por supuesto al final del camino espera el mar, «que es la muerte aplazada». A veces, pintando, siente la tentación de abrazarse a un pretil para no caer en el azul. A veces, la llamada llega «al filo de un espejo que no se si me invita / a contemplarme en él o arrojarme en su fondo». La soledad, el apartamiento, ayudan a contener el vértigo: «no deja de tener gracia que mis pasos / me hayan traído aquí, / dnde la soledad no es sospechosa, / como tampoco lo es en las iglesias, / y sí en cambio, en las calles concurridas que bajan hacia el río». Otra opción es adelantarse al tiempo y mirar las pérdidas desde el futuro. Así, “La diferencia” es un hermoso poema epitafio, escrito a la manera de Juan Ramón: «faltará esa conciencia, / pero allí seguirán, / dando razón de ser a la mañana, / las flores y los pájaros. // Y nadie notará la diferencia». Pero mientras llegamos a ese poema final del libro, y como asideros para ir haciéndose a la idea, el poeta se salva en los objetos que lleva a reciclar: «también estos humildes enseres nuestros son / vestigios de otro tiempo, de otra vida. // Guardan nuestro calor y acaso nuestras huellas dactilares».

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