PILAR PALLARÉS Tiempo fósil Traducción de Gonzalo Hermo Marisma, Madrid, 2019, 80pág., 16€ |
«Como un cuerpo que tarda en ser consciente / de un vacío en el abdomen, / el cerebro insistiendo en mandar órdenes / a los órganos extirpados. // Esta luz de verano, / su belleza inútil».
La coruñesa Pilar Pallarés (Culleredo, 1957) ganó el premio Nacional de Poesía 2019 con el libro Tempo fosil, que aparece ahora en versión bilingüe castellana y gallega, después de unos meses de desfase. Es verdad que el gallego quizá sea la lengua más fácil de leer sin mediaciones para un castellano, pero Gonzalo Hermo ha hecho una traducción esperada y lógica. El premio otorgado a Pallarés nos ayuda a abrir más las Españas y conocer a una poeta que se presenta con un estilo enigmático, que elimina referentes y yuxtapone imágenes, en la línea del silencio: «Vamos inventariando lo que ya no existe. / Hasta el cuarenta y tres / desde el uno, / como si la palabra acarreara simientes». El hilo conductor de los poemas, la historia que, por si hiciera falta, nos ayuda a entenderlos, nos la sirve Miriam Reyes en el prólogo: «En 2011 la casa familiar y otras setenta casas aledañas -un valle entero- son derrumbadas para la ampliación de un aeropuerto (…) Los poemas van naciendo de explorar las consecuencias físicas y mentales de la pérdida». De este modo toman consistencia emociones que aparecían cifradas en símbolos lacónicos: «Aquí estoy, como fruta caída, abismándose. / Se cerró sobre mí el párpado de la tierra / pero aún los siento caminar con inquietud, / sin saber que yo soy el estrato más profundo de aquello que dejan». Ver cómo desaparecen los asideros de la infancia, la casa construida por tus padres con enorme ilusión, incluso el paisaje mismo, mueven emociones intensas. La poesía requiere contención y Pallarés ha optado por reducirlas a imágenes, símbolos y sugerencias comprimidas en poemas breves y sin embargo porosos: «¿Qué haces tú ahora? / ¿La sombra de otra casa que sostenga la casa?». La apuesta es hermosa y a la vez arriesgada. Igual que la casa en la memoria, la poesía habrá de sostenerse sin asideros: «Mirando desde fuera / cómo se precipitan el tiempo / y el hacha».
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