Juan Carlos Abril, En busca de una pausa

JUAN CARLOS ABRIL
En busca de una pausa
Pre-Textos, Valencia, 2018
«No sé de dónde vengo, / tampoco dónde voy… pero ¿qué importa? / Quien sienta miedo nunca entrará en la leyenda».
Juan Carlos Abril (Los Villares, Jaén, 1974) ha construido un poemario hilando fragmentos de un monólogo interior. Lo ha llamado En busca de una pausa, y puede que la pausa sea el yo, la propia identidad perdida en la vorágine y perseguida a través de los versos durante todo el libro. «Vivimos tiempos deshabitados», dice. Y en otro momento se confiesa a sí mismo: «Hablas como en un libro». Porque en el fragor de esa búsqueda, en el discurrir de las reflexiones, no sabemos del todo quién está detrás de los poemas. La voz se ha diluido en otras voces, que unas veces se expresan en primera persona y otras usan un interlocutor para confesarse. Nos está hablando un libro, que como en el mítico verso de Whitman, es un hombre. «El poema invade la realidad». De hecho, el poema es un salvoconducto para salir indemne de realidades como la misma noche: «Nadie comprende la noche / y nada puede atravesarla / excepto tú / con este poema entre las manos». Pero a la vez el poema es un laberinto que no deja acceder al yo: «Estás perdido en el poema / como en un bosque, ya no sabes / distinguir el camino». La escritura es al mismo tiempo la única esperanza y el mayor impedimento para conseguir esclarecerse. El acto de escribir le impone al poeta una suerte de aventura: «Con palabras / pobres y generosas, atraviesas / un tiempo sin expectativas / en pos de vida literaria / que significa vida de aventura». Para recorrer ese camino, Abril prescinde de las cosas tangibles. La noche, el amanecer, la luna incluso, se convierten en marcos virtuales por los que fluyen los pensamientos como en una realidad paralela, un Mátrix de la vida sensorial. La maldición es que «somos una conversación / inacabada», que «hay cosas que no debes contar / a nadie, ni siquiera / recordar tú mismo, secretos / que tienen que perderse». Al fin y al cabo, el «silencio no consiste / en no poder comunicar, / sino en no ser ya nunca comprendido». Lo que pasa con las redes sociales.




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