Susana Benet, Don de la noche

SUSANA BENET
Don de la noche
Pre-textos, Valencia, 2018
Grillos y luna
Isla de Siltolá, Sevilla, 2018
«Sin culpa me recreo / en el dulce abandono. Ya la casa / ordenada y sobre el aire la luz / ociosa de la tarde».
Susana Benet (Valencia, 1950) respira en las cosas con la paciencia de quien se ha entrenado en el arte de observar. Sus haikus y sus poemas ofrecen dos caras de la misma sensibilidad. De hecho no hay una frontera distinguible entre ambas manifestaciones: «Un pequeño universo donde soy / una mente que observa, / un cuerpo extraño». El libro de poemas nombra la noche en el título, pero el estado de ánimo mayoritario es el de un atardecer que no se acaba, distintas tardes capturadas en ese momento en que la luz declina. Con sus palabras la autora consigue detenerla para nosotros, aunque sigan ebullendo las preocupaciones del día: «Voy de un asunto a otro / sin detenerme en nada. / Mientras leo, me acosan mil ideas. / Marco el teléfono / pero nadie responde. Lo abandono. / Regreso a la terraza, miro al cielo. / Todo se mueve, / todo lo agita el viento huracanado / que viene del este y del oeste / en un loco vaivén, / girando sin sentido, igual que yo». Esos mismos elementos constituyen también su tarea en el haiku, género en el que ha dado a la imprenta este mismo año Grillos y luna. No cambia el tono de paciente observación, ni tampoco varían los ingredientes: «El viento agita / el reflejo de un árbol / dentro del agua». En otro momento: «Nadie ha llamado / a mi puerta en dos días, / excepto el viento». Sin embargo, es en los haikus, incluso más que en los poemas, donde Susana Benet ha conseguido incorporar su rutina cotidiana al universo de esta estrofa oriental, que en su forma más canónica parece obligada a contener solo la naturaleza. Reconocemos como suyas, antes de saber que las ha firmado ella, piezas como  «Guarda la lana / la forma de tu cuerpo. / Vieja chaqueta» o como «Leo tu libro / y es tu mano difunta / la que subraya». En haiku o en poesía, leer a Susana Benet es detenerse con ella a disfrutar de las cosas pequeñas que transcurren imperceptibles a nuestro alrededor y que constituyen la trama más consistente de la vida.

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