Juan Ramón Jiménez, Aforismos e ideas líricas


JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Aforismos e ideas líricas
Edición de José Luis Morante
La Isla de Siltolá, Sevilla, 2018, 236 pág. 14€
«Los sentimientos son, casi siempre una cuestión atmosférica: un grado más o menos de temperatura, un viento más o menos sutil, una luz más o menos de oro, determinan un estado del alma».
Hay escritores que no han parado de escribir ni después de muertos;  Juan Ramón Jiménez tampoco ha parado de corregir lo que escribió. De hecho, insinuó que pediría un año de prórroga, después de muerto, sin poder ya crear, para terminar de corregir su obra. Con razón no acaba nunca de completarse: «Mi mejor obra es mi constante arrepentimiento de mi obra». José Luis Morante ha escarbado en Ideolojía, la recopilación que realizó en 1999 el profesor y ensayista Antonio Sánchez Romeralo, la más completa hasta la fecha de los aforismos atribuidos al poeta de Moguer, y nos ofrece una selección de más de 800. Nos los sirve divididos en libros y en secciones, y escritos con las peculiaridades del premio nobel que, como es sabido, renunció a usar los grafismos g y s. Morante completa su trabajo con un prólogo ponderado y certero que nos ilustra sobre el origen de la faceta aforística de Juan Ramón, sin contaminar la iniciativa de explorarla por nuestra cuenta. Por supuesto, abundan en JRJ las reflexiones sobre la creación poética, su obsesión enfermiza, pero también asoman los miedos, las manías, la intimidad, las zozobras vitales: «¡Qué trabajo, qué inmenso trabajo para creerse fijo en un mundo en movimiento!» «Olvidar, ¿es no haber sido?». Asoma incluso la autocrítica, siempre matizada, como corresponde a un ególatra de su categoría: «No siento nunca tristeza mayor que después de haber hablado mucho». También encontramos, aquí y allá, piezas que podrían haber saltado a un poema, o que tienen esa chispa lírica, que el compilador ha preferido diferenciar en el título: «La mentira es muchas veces madrina de la verdad» o «sembré un ala y tuve la flor del aire». La agudeza de JRJ le llevó a firmar en los años 50 conclusiones que Daniel Goleman, gurú de la inteligencia emocional, popularizó en los 90: «La intelijencia no sirve para guiar al instinto, sino para comprenderlo».

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