Maurice Carême, Poemas al lado de la Naturaleza

MAURICE CARÊME
Poemas al lado de la Naturaleza
Traducción Rosa Barasoain y María José Barasoain
Tierra de Sueños, Artaza, 2018 224pág, 14€
«Los muertos están alrededor de la Iglesia / todavía mezclados con los vivos. / Nadie se molesta / por  oírlos en el viento. / Y si uno de ellos a veces vuelve / para sentarse, friolero, al amor de la lumbre, / se le deja llamar a su gata / que ronronea y se acuerda».
Maurice Carême (Wavre, Bélgica, 1899-1978) sigue escribiendo poemas, cuarenta años después de haberse muerto. Porque murió siendo niño, es decir expresándose con la sencilla complejidad con la que hablan los niños. Y se diría que no hizo otra cosa que escribir desde que decidió dejar de ser maestro de escuela. Fernando López y Rosa Barasoain, que con su hermana María José ha traducido esta selección, aseguran que escribió más de 60 poemarios, y que al menos 11 de ellos aparecieron de forma póstuma. Se ha ido encargando de sacarlos, a libro por año, su amiga y albacea Jeannine Burny. En castellano no ha tenido mucha suerte hasta la fecha. Solo aparecieron siete poemas en una antología de cuatro poetas belgas firmada por Dictinio Castillo en 1950 y un cuento en la editorial Molino del año 1961. Sus nuevos editores lo atribuyen a que se le ha encasillado en la literatura infantil, mundo en el que es un ídolo en Francia. Casi 300 compositores han puesto música a sus poemas. Es algo parecido a lo que ha pasado entre nosotros con Gloria Fuertes: una producción muy abundante, una selección poco rigurosa y un encasillamiento infantil. La fotografía de la portada, siendo buena, no ayuda. Con esa margarita en la boca, Carême parece estar posando para el pastel del olvido. Es un poeta cancionero, tampoco las traductoras han querido hilar demasiado fino, parece que por pura lealtad. ¿Qué importa? Hay que leerlo. Hay un puñado de poemas que conservan la vida bullente como un gorrión en las manos de un niño: «Y es siempre, cada mañana, / el cielo gritando con sus jilgueros, / cuando somos los dueños del día». Cuando más avanza el libro, mejor escribe Carême y más se integra en la Naturaleza de su tierra: «Nada fluye más suave al fondo de mi memoria / que un río sombreado por una fila de álamos».

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes expresar tu opinión sobre este artículo