Edith Södergran, Antología poética

EDITH SÖDERGRAN
Antología poética
Edición de Jesús Pardo
Visor, Madrid, 2018, 148 pág., 12€
«En mis hombros vi polvo, y en polvo se deshacía, / mi belleza solo esto deseaba: desaparecer. / ¡Abrázame tan fuerte que nada necesite!».
Edith Södergran (1892-1923) pertenece al selecto grupo de poetas que murieron jóvenes y que a pesar de ello brillaron con intensidad propia, tal vez porque los incendió la enfermedad o la soledad o la desubicación («las estrellas acabarán apagándose, pero siempre lucen sin miedo»). Las tres circunstancias afectaron a Södergran que nació en San Petersburgo de una familia finlandesa con raíces suecas. Siendo niña, sus padres se retiraron a una aldea fronteriza con los lagos fineses, Ráivola (actual Rosijtijno), de donde prácticamente no salió hasta su muerte, aunque allí la sacudieron todos los cambios históricos. Enferma de tuberculosis durante quince años, la poeta escribió indistintamente en sueco arcaizante (sobre todo), pero también en alemán, francés y ruso, sin sentir que dominaba ninguna de estas lenguas. De hecho, tampoco sentía que dominaba el oficio poético, porque dejó dicho: «He tratado de someter a un ritmo ciertos poemas refractarios y he descubierto que solo poseo el poder de la palabra y la imagen en condiciones de completa libertad, eso es, a expensas del ritmo. Mis poemas son descuidados esbozos a lápiz. En cuanto al contenido, dejo que mi instinto construya lo que ve mi mente». Precisamente su originalidad reside en que bebió de raíces diferentes, fue un verso libre que se dejó impresionar por la naturaleza («hablo con árboles cautivos / y a veces los consuelo»), que canalizó en sus poemas surrealistas, simbolistas, muchas veces naïfs, como en «El castillo del hada» o «Sortilegio», que podrían pasar por breves cuentos infantiles. Sus altibajos parecen moverse en los dientes de la fiebre, pero cuando toca la realidad, toca la médula: «Buscabas una flor / pero encontraste un fruto. / Buscabas una fuente / pero encontraste un mar. / Buscabas una mujer / pero encontraste un alma. / Te sientes engañado». Jesús Pardo ha traducido solo poemas no escritos en sueco. En Nórdica apareció recientemente su obra completa.


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