Foto: Javier López Iglesias
JAVIER LOSTALÉCielo Vandalia, Sevilla, 2018. 92 pág., 11,9€ |
Javier Lostalé (Madrid, 1942) culmina su ascensión,
evidenciada en los títulos de sus poemarios, con este último que se llama Cielo: «Como en el mar, / la línea de tu
horizonte / se confunde con el cielo / de quien ya no está».
Los últimos títulos
que lo han precedido son Hondo es el
resplandor (1998), La estación azul
(2004), Tormenta transparente (2010)
y El pulso de las nubes (2014) en los
que la mirada se iba elevando paulatinamente buscando en las alturas el reflejo
de la ebullición emocional. Al fin y al cabo, como señala en el epílogo Diego
Doncel, «la poesía puede ser un lugar de resistencia frente a las grisuras de
la vida y, por supuesto, un acto de redención». Javier Lostalé, que ha hecho
del amor, o del desamor, como el mismo puntualiza, el centro de su poesía, ha
ido reduciendo la anécdota a la mínima expresión, porque lo que sucede en sus
poemas no está afuera, en el mundo, sino en su interior más acendrado: «Soñar
fue, / lo sabes ahora, / que la muerte te espera, / la única verdad de tu vida».
Inevitablemente sus referentes se han ido transformando en símbolos. Símbolo es
ese cielo con el que se confunde el horizonte del mar. Símbolo es también el
borrado, la disolución, que aparece en varias ocasiones como desenlace
inevitable: «Borrado en cielo / de mirar tan dentro», «Quien al escribir este
poema / darte quiere sueño y nombre, / definitivamente te borra», «quien ama /
sin nunca haber amado / escribe ahora este poema / en el que se va borrando».
Símbolo es ese amor sin desenlaces, sin referentes reales muchas veces, sobre
el que una y otra vez giran sus versos como polillas hipnotizadas por un
resplandor: «Tu único deseo fue / lo que puro en su renuncia / el deseo
concebía». En el transcurso advertimos ecos, resonancias de poemas amorosos,
como el inmortal soneto de Quevedo, tamizado por San Juan de la Cruz: «En llama
muda / de cuanto no amaste / arde todavía tu atardecer». El amor no se rinde, se
alimenta de sí mismo y renace de sus cenizas, como el Ave Fénix, en cada nuevo
poema: «Misterio sigue siendo la vida / aun cuando todo esté perdido».
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