FERMÍN HERRERO Fuera de encuadre Reino de Cordelia, Madrid, 2017. 126 pág. 9,95€ |
Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, Soria, 1963) ha
destacado por escribir una poesía muy personal, vinculada a la cultura del
campo. También por su estilo abrupto, que parece mostrarnos las cosas y escamotearlas
a la vez.
En 2016 ganó el Premio Nacional de la Crítica con Sin ir más lejos, un título que en
realidad es una paráfrasis: el campo y su cultura los sentimos muy cercanos puesto
que fuimos un país abrumadoramente agrícola hasta hace poco y aún sentimos
vicariamente la nostalgia de lo que fueron nuestros abuelos, aunque no lo hayamos
vivido de forma directa y seamos solo urbanitas descendientes de agricultores.
Con esta nostalgia ha sabido jugar y juega Herrero. No ha querido sin embargo
cebarse con el éxito. En Fuera de
encuadre, ha querido probar otra cosa, distanciarse: «me parece que estos
poemas tienen otras maneras, no sé si mejores o peores, distintas, tal vez más
poéticas, aunque no mucho, que mis últimos publicados». Ha reunido «escenas e
impresiones que flotaban relegadas, casi perdidas en el recuerdo». Y lo ha hecho
dejándose influir por el cine, por lo menos al estructurar las piezas. De ahí
el título del libro y la alusión al efecto Kulechov en el primer poema. Como
hicieron los creacionistas, Herrero deja que el montaje de las imágenes, su
yuxtaposición, influya en lo que percibimos. De todos modos, el tema de fondo
es el habitual en su escritura, el tiempo, su presencia inexorable: «al hombre
que se mira en la corriente / le viene un miedo sin motivo, le sale / de pronto
la aflicción». Herrero trata de dar fe de lo vivido, ya sean imágenes,
sensaciones, impresiones: «hay que mirarlo todo no vaya / a ser que el tiempo
se adelante». No importa que la memoria pueda engañarnos: «cuanto perdimos nos
sostiene, no exige / más belleza que la reconstrucción». El efecto del montaje,
el estilo sincopado característico de Herrero, contribuyen a la impresión de
que lo que intenta rescatar se le está escapando a la vez que lo rescata: «lo
que perdí del gesto, el ímpetu / está en aquel espejo, / lo sé, pero mirarse
así / es ya imposible».
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