Elena Román: Amapolamen

ELENA ROMÁN
Amapolamen
Gato encerrado, Toledo, 2023

«Hablo para que nadie me entienda. Hablo para que ciertos gatos se acerquen. Porque callada parezco otra. Porque me noto la piel como arrodillada
». El surrealismo de Elena Román (Córdoba, 1970) no se aparta de lo cotidiano, sino que transfigura el día a día en imágenes audaces que tienen algo de los dibujos de un pijama. Enseguida las identificamos. Desde el título, que parece una broma, pero no lo es en absoluto, a través de poemas en prosa perfectamente cuajados, nos acerca a una historia de amor llena de inseguridades: «El amor es una casa para cien donde viven dos. […] En el amor hay goteras desde el principio que en el principio no afectan». Como el místico Juan de la Cruz, la entrega total la expresa con vuelos: «Voy en pájaro hacia ti, no cierres la ventana». O, en otro momento, «porque cada mañana pienso que podría regresar para verte, cada noche cierro mi habitación y abro el aeropuerto». El paisaje en el que transcurre cada poema participa del estado emocional y lo matiza. Así «en la playa nadie piensa sin arena en su pensar», «es imposible ver qué dedo enciende la estrella», «me desplomo, por supuesto, pero antes de llegar al suelo soy una carretera», «maldita sea, la arboleda sigue ahí, ¿entiendes lo que significa eso, maldita sea? Que llueve». Todo transcurre en medio de una realidad líquida, en la que las dudas sobre la existencia de la relación amorosa se confunden con las dudas sobre la propia existencia: «Lo que no existe, no importa, ¿no? Nosotros existimos, ¿verdad? Eso importa». En cuanto a las zozobras cotidianas, toman forma de pensamientos que mueren atropellados, de lunares que opinan como grillos, en una atmósfera con algo de cuento infantil: «algunas noches de invierno se ve a lo lejos una luz encendida que reconforta. Pero a lo mejor es el infierno». El presente es inestable, el pasado pura irrealidad: «es como si no hubierais pasado el tiempo y tú». Y no obstante, en ese mismo pasado está la esperanza de «que la alegría sea recuperable aunque para eso haya que andar hacia atrás hasta llegar al momento en que empezó a perderse».


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