José Luis Vidal Carreras: Luz que regresa

JOSÉ LUIS VIDAL CARRERAS
Luz que regresa
Renacimiento, Sevilla, 2022
«La luz no sabe volver a casa».

Como si fuera una continuación de su libro anterior, Flores de la inocencia (2021), José Luis Vidal Carreras (Vitoria, 1954) propone una nueva entrega de poemas breves, centrados en la observación de la naturaleza desde lo elemental más ingrávido y más puro. La mayor parte de las piezas reducen su tamaño hasta concentrarse en los tres versos que identificamos cono haikus, aunque en algún momento Vidal Carreras nos advierte que no son tales: «Este estribillo / sería un haiku / si yo estuviera de más».  No está de más el poeta, no se borra de lo que está viviendo, sino que participa, si bien de forma sutil y no en todos los poemas: «Qué poco pesa / estar despierto» o «Soy un añico / de algo más grande / que se ha caído». Otra manera de incluirse, en este caso más frecuente, es señalar, más allá de las cosas visibles, las que el propio autor ha atisbado de forma azarosa; me refiero a ese primer golpe de vista que nos rebela un trampantojo antes de que la propia mirada nos corrija: «Con un pie solo / rechaza un perro / a la pared» o «La brisa / eriza el vello / de los sembrados». A veces intervienen otros sentidos en esa intuición pasajera, que tendemos a olvidar de inmediato y que sin embargo el poeta ha rescatado para su libro: «De madrugada / oigo a la luna / que bebe sola» o «A través de mi oído / pasan las aves / sin dejar rastro». En ciertos pasajes, la audacia de estas intuiciones recuerda un poco las greguerías de Ramón Gómez de la Serna o el egolirismo de Juan Ramón Jiménez («Algo de tu belleza / te faltará / cuando yo calle»). Este parecido en ningún momento alcanza la arrogancia de aquel ni el afán protagonista de este. Se trata casi siempre de fragmentos livianos del caleidoscopio del mundo que a veces logran la incandescencia: «Silla de enea, / vieja nodriza / que me tutea». O elevan una queja («Nada más triste / que la playa vacía: / botes, vidrios, papeles… / que no se han ido»). Pero en definitiva son formas de agradecer el asombro que nos proporciona la consciencia: «Me despierto… / y el mundo no me falla».

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