FRANCISCO TORRES MONREAL Infancias y reencuentros Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022 |
«Si te decides por el viaje / no has de ver en las piedras solo piedras». Francisco Torres Monreal (Ribera de Molina, 1943) publicó hace tres años un libro apasionado sobre el arte poético que tituló Introducción básica a la poesía (Cátedra). Este nuevo volumen, Estancias y reencuentros, que ahora comentamos, viene a ser el envés de aquella incursión teórica. Se trata de un libro de poemas, dividido en ocho capítulos, centrados en otros tantos lugares del planeta donde el autor estuvo de visita o bien vivió momentos particularmente intensos de su vida. Sobre todo por dos de ellos merece la pena acercarse a este volumen. Me refiero al primero, que dedica a la Grecia Clásica, y sobre todo el último, donde se inspira en Las flores del mal de Baudelaire para dejarse ir en plena libertad creativa, más o menos como haría un músico de jazz recreando una melodía popular. Torres Monreal ha estudiado al padre del simbolismo; incluso escribió una obra teatral sobre él, que se estrenó en Buenos Aires. Aquí lo que ha hecho es elegir algunas piezas muy cercanas a su manera de sentir el mundo, como “Elevación”, “El hombre y el mar” o “De profundis”, por citar algunas de las versiones más logradas. Al fondo de ellas late Baudelaire, aún reconocible. Sin embargo, al que estamos escuchando es a su intérprete: «En ti busco cobijo, noche amiga, / hoy muda y sin estrellas, / hermana del vacío al que ahora aspiro». Otros capítulos del libro, como los dedicados a Notre Dame de Paris o Auschwitz, por ejemplo, parecen trazados a vuelapluma, y tienen más valor testimonial. Aparte del homenaje a Baudelaire, cristalizan más y mejor los que tienen como escenario la aldea de su niñez («y el niño se hizo hombre y habitó / uno más con los hombres sin relieve»), y sobre todo el capítulo primero, donde pasea por lugares emblemáticos de la Grecia Antigua, un escenario que el poeta lleva incardinado en el ser con la misma plenitud que la infancia. Se demuestra así que la relación con el entorno es crucial para alcanzar la altura poética: «no esperes encontrar la Grecia eterna / si el deseo no aviva tu nostalgia».
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