Francisco Javier Irazoki: Palabra de árbol

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
Palabra de árbol
(Antología poética, 1976-2020)

Hiperión, Madrid, 2021

«Por fin he sabido, conciencia, que eres mi soledad con otros nombres».

Francisco Javier Irazoki (Lesaka, 1954) ha escogido 107 poemas propios y los ha reunido bajo el título Palabra de árbol. Ha querido que estuvieran representados sus nueve libros, incluido el inédito Música incinerada. La muestra es lo bastante amplia y coherente como para demostrarnos que, aunque vive en París desde 1993, la patria navarra sigue en el centro de sus emociones. Cuando le anuncian la muerte de una persona que conoció en la infancia o juventud, siente de inmediato «la desaparición de un paisaje». De hecho, muchos de sus mejores poemas son semblanzas de personajes que influyeron en su vida y que, de algún modo, siguen presentes en ella. Buena parte de esas evocaciones son favorables, pero también las hay dolorosas, como la muerte de su hermana, su propia actitud ante los que consideraba extranjeros o los encontronazos con quienes opinaban de manera distinta: «desde entonces caminé con el presentimiento de ser odiado por los árboles anochecidos». Experiencias que dejaron convicciones férreas: «quien ama un idioma ama todos los idiomas». Irazoki prefiere los poemas en prosa, que constituyen el 85% de los seleccionados ―sin bien en los inéditos ha vuelto al verso convencional―. La mayor parte son narrativos y están escritos con una sencillez que se acerca al reportaje y tocados con un candor casi naïf. Sin embargo, de sus orígenes surrealistas, rescata momentos expresionistas e irracionales con los que muchas veces puntea o remata esas semblanzas: «pronto seré el viejo que lleva en un bolsillo toda la extensión de su tierra». En los libros más recientes, utiliza la alegoría para hablar de moralidades; así, la conciencia es otro nombre de la soledad o el alma es un animal salvaje. A la manera de Whitman podríamos decir que «este libro es un hombre» que deja poemas redondos como «Autorretrato» u «Oración laica». En este último reclama «piedad por los que duermen o se despiertan sin cubrirse con los apellidos de una patria. [...] Piedad por los que sobreviven escondidos en una creencia».

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