Antonio Martínez Sarrión: Horizonte desde la rada

ANTONIO MARTÍNEZ SARRIÓN
Horizonte desde la rada
Trieste, Madrid, 1983

«Pero el miedo a la muerte, / al escándalo sumo del mundo sin nosotros, / rebajaba sin duda escarpaduras, / torreones airados, / muros de las lamentaciones inauditos».

Antonio Martínez Sarrión era de Albacete (1939) y, como suele ocurrirnos a la gente de secano, el mar le tiraba de los versos. El ejemplo más elocuente es el título de uno de sus libros, Una tromba para los balleneros, que contiene a la vez su atracción marina y su voz atronadora. Aunque si tengo que elegir un poemario suyo, me quedo con Horizonte desde la rada (1983), que publicó en la mitad de su vida. Este libro supone un remanso en la trayectoria de Sarrión, en su barroquismo culturalista, que le servía para ocultar con piruetas su fragilidad sentimental. Y no es que abandonara aquí el bronco afán con que afrontaba la escritura: «Si el poema no surge / con el casco y la lanza de Minerva― / es decir, guerreando / y con clara cabeza― / ¿no tendrá por destino / el del hielo del vaso, / el de las toneladas / de siniestras colillas / que hay que bajar de noche y en sigilo, / resistiendo el impulso de arrojarse con ellas, / al honrado camión de la inmundicia?». Hay sin embargo en Horizonte... una transparencia mayor de las anécdotas, una mayor cercanía con la vida, con el hijo («¿Qué esperas, amoroso, tú de mí / sino que balbucee, que procure atraerme / tu atención que se inicia?»), una cercanía con el amor y con el erotismo («tu desnudo, acechando en el pasillo / que el crepúsculo incendia y mis labios enfrían»). Sarrión baja la guardia y acepta que la juventud ya pasó («de todo aquel delirio, solo bombillas rotas»), rinde homenaje a colegas como Carriedo o Belmonte, y muestra sin tapujos la desazón que siente ante el atardecer («me fatiga el crepúsculo, me hiela / su decaída luz, sus pajes grises»), reconoce el spleen, el insomnio, el pavor insoportable, pesadillesco, ante la muerte: «aguantarás la oscura acometida / de la yegua en la noche»; enarbola sin tapujos su conciencia social y ecologista: «renovaremos, solos, y con poca esperanza, / mas con la voz aún firme, / el pacto con la tierra...».

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