Paco Luis García Cuenca: Tiempo naranja

PACO LUIS GARCÍAS CUENCA
Tiempo naranja
Versátiles, Huelva, 2019
«Hemos pasado toda la tarde / casi ausentes… / No hemos hablado de nada intenso / o entrañable… / Solos. / Mirando cómo cantaban / los pájaros por dentro…».
Paco Luis García Cuenca (Almería, 1977) debuta en la poesía con un libro psicodélico, lleno de visiones alucinadas, personajes fantásticos que emanan sin embargo de lo cotidiano y andanzas que se pierden en unos puntos suspensivos. Este profesor de filosofía, y baterista de rock, ha encontrado en las preguntas, en la indefinición, en el balbuceo, el modo de expresar su extravío: «Sólo camino / empapado de preguntas, / sobre este fango de mirada de vecinos, / mientras, descalzos, / mis pies ensangrentados / casi adivinan / por los surcos tuyos…». Es fácil asociar sus imágenes, sus metáforas, rápidas, visuales, con los tiempos en los que el pop y el arte se agitaban con las luces de la noche. Devuelve ese poder visionario, que en épocas más recientes asociamos con poetas levantinos o mediterráneos como Vicente Gallego o Miguel Ángel Velasco: «Miro unas piernas / y entonces se besan», detalla en dos versos. Y, sin embargo, los temas de fondo siguen siendo los de siempre. El más repetido, la soledad en compañía, la terca rutina y su barco de incomunicación: «Pienso en decirte o, mejor, en abrazarte, / pero nos pasa el tiempo / y tangenciamos». Neologismos descolocadores y títulos que cierran los poemas en vez de abrirlos. El marco casi siempre es el hogar, una isla en medio de la naturaleza en peligro. Es fácil entender que, viviendo en Almería, por donde avanza el desierto desde el sur, le grite a la lluvia con un júbilo propio de poeta chino: «Amo el sonido del agua contra el suelo, (…) ¡Tierra mojada, / motor del universo!». Al mismo tiempo dibuja la hostilidad de la ciudad: «En esta jungla de paisaje alquitranado,/ de cebras muertas y sirenas carroñeras, / casi todos aceptamos ciegamente / la mecánica de máquinas y ruidos…». Su libertad es la inocencia desde la que homenajea, con primor andaluz, a una tía de la infancia: «Era tu alma un patio ventilado: / jardín del don, / manojo de azucenas».

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