Kjell Espmark, La libertad del ocaso

KJELL ESPMARK
La libertad del ocaso(Traducción de Francisco J. Uriz)
Libros del innombrable, Zaragoza, 2019

«Es hora de apagar las estrellas soplando. / Y luego de borrarse uno mismo. / En la oscuridad definitiva hay solo palabras / que centelleando se reflejan mutuamente».
Nosotros llamamos el canto del cisne a la obra postrera en la que el artista, en el umbral de la muerte, expresa la emoción de la forma más pura y más hermosa que lo ha hecho nunca, porque ya no tiene que rendir cuentas a nadie ni soportar límites de ningún tipo que no procedan de la propia belleza. También cerca del final de su propio camino, el sueco Kjell Espmark (Strömsund, 1930) rinde homenaje a sus referentes poéticos y artísticos retratándolos en esa recta final en la que sacan brillo a sus estrellas antes de que se apaguen. La libertad del ocaso parte de un ensayo de Adorno sobre el Beethoven final que, dueño absoluto de su oficio, en un arrebato de cólera, rompió con su obra anterior y con su público habitual creando de pronto un lenguaje tonal inesperado. Es el momento de la absoluta y, en cierto modo, desmandada libertad. Espmark le hace decir a Ajmátova: «Mis lectores aún no existen / pero me mantienen despierta hasta el alba». Porque la obra que están urdiendo estos autores ya no es para su público de siempre, ni siquiera para ellos mismos, sino para un futuro lector que tal vez ni llegue. Pone en voz de Kavafis: «No sé absolutamente nada sobre el futuro / pero intuyo que es un loco / más rico en ideas que nosotros / y que por eso el mundo está perdido». En realidad, esos instantes de creación están en el umbral mismo de la desaparición, allí donde «el silencio aclara la existencia: / se ve cómo los árboles se elevan con raíces extraviadas / y cómo la ciudad ralea hasta quedar reducida a un grabado». Francisco J. Uriz (Zaragoza, 1932), incansable traductor de poetas nórdicos, ha vertido el libro de Espmark en el mismo año de su edición en Suecia para la editorial que más frecuenta, Libros del innombrable. «Pronto se arrancó el rostro / para disgusto de los fotógrafos. / Pero ¿por qué reñir sobre la identidad / cuando es posible englobar tantas? / Y una boca cerrada es tan elocuente».


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