Andrés Sánchez Robayna, El libro, tras la duna

ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
El libro, tras la duna
Poesía Sexto Piso, Ciudad de México, 2019, 210pág. 19,90€
«Ahora que ya sabemos cuánto amor, / cuándo sabremos, cuerpo, tu sentido. // (…) los misterios de amor / se forman en el alma, pero el cuerpo es su libro».
Cuenta Andrés Sánchez Robayna (Las Palmas,1952) que en el verano de 2000 se instaló sobre su mesa una avalancha de fragmentos (entendemos que versos) desorganizados. Y que tardó un tiempo en empezar a verles líneas de sentido y a estructurarlos para componer un poema extenso. Poco a poco fue comprendiendo que estaba escribiendo una autobiografía, «la única autobiografia poética hoy posible (…) es un conjunto de astillas». Para engranar aquel material utilizó lecturas que le inspiraban en ese momento, como El zen en el arte del tiro con arco, de Eugen Herrigel o ciertas piezas de Antonio Machado, o la idea mística, tomada de san Dionisio, de que «el conocimiento más divino de Dios es el que se conoce por medio del desconocimiento», relacionada con la reflexión de Juan de la Cruz de que «hemos venido aquí no para ver, sino para no ver». Es decir que Robayna se guió por sensaciones más que por comprensiones. De ahí que repita como un mantra, en varios de los 75 poemas que componen el libro, la imagen de la «nube mía interior, nube del no saber, impalpable contorno de mis pasos sin rumbo». Se trata por lo tanto de una poesía que tantea en lo borroso para encontrar la verdad ciega de los sentimientos: «Sé el árbol, sé la casa, / sé el huésped que la habita, / disponte a la ceguera para ver, / niega tus manos para ser tacto. // Oh nube ilimitada / del no saber, suspensa / sobre la mutación, sobre los mares / habite el ser tu ser, pueble tu nada». La anécdota biográfica queda desdibujada, aunque asoman lugares, impresiones o pinturas, que el autor vincula a los poemas en unas notas finales. De John Donne es la que abre la reseña. Con ánimo clasificador, Robayna incluye unas páginas del diario que estaba escribiendo entonces. Añaden nuevas capas el poeta francés Pierre Bonnefoy, autor del prólogo, que se suma en el interior al dibujo que Antoni Tapies trazó exprofeso, distinto al de la portada de la flamante edición.

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