Andrés García Cerdán, Defensa de las excepciones

ANDRÉS GARCÍA CERDÁN
Defensa de las excepciones
Visor, Madrid, 2018.
«Cuando nadie las mira, a un nivel cuántico / vibran las cosas, vibran las palabras».
Andrés García Cerdán (Fuenteálamo -Albacete-, 1972) ha adquirido una gran seguridad en la duda, una determinación suicida en el verso. Anda sobre las llamas sin quemarse. A lo mejor porque, de una manera oblícua, escribe desde la música, desde una guitarra que resuena sobre el escenario, ensordecido por sus canciones favoritas, que cita aquí y allá, y que mezcla con su vida: «Y golpea la sangre sobre el surco / de vinilo que es tu corazón». Incluso en sus viajes, a veces escribe sin dejarse salir, desde dentro, desde su cultura ardiendo, como cuando visita a Rimbaud en su Charleville o cuando homenajea la vida salvaje de los guerreros comanches. La ciudad donde vive es la sed, una prolongación de ese desierto americano de sus viajes: «Albacete, desierto, / febril / llanura, olmo, sombra descastada / de nube, infierno, cal, / caldero / sin fondo, espejo en paz». Le obsesiona ese espacio vacío donde resuena la cultura como una tormenta lejana, le obsesiona esa vibración cuántica que es música y lenguaje: «Recojo estas palabras de los charcos». Pero, en esa intensidad fugitiva, que fluye alejándose del presente, hay tiempo para la ternura, que se adhiere al recuerdo como una hierba silvestre: «Así, yo, si recuerdo a mi madre y su forma / de acercarse a las flores, como si les rezara, / como si ellas la oyeran. Me confieso -como ella- / el ser más delicado de este mundo y el más / antiguo de los hombres, pues busco la palabra / y en ella creo y soy un ser entero de palabras». El fluir también deja resquicios al amor y, detrás del pudor que los albaceteños heredamos de Sarrión, y que cada cual canaliza como puede, hay instantes de brutal desahogo: «Atrévete a rendirte de una vez. / No insistas. No eres más que un pobre diablo. / No tienes hijos y no dejas nada. / Ni siquiera tus enemigos son / muchos o poderosos. Dales eso / que te queda, tus pesadillas, todo. / Dales todo, excepto el placer de verte / caer mañana como una inmensa / montaña que se hundiera en el océano».

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