Ada Salas, Escribir y borrar

ADA SALAS
Escribir y borrar. Antología esencial 1994-2016
Antología y prólogo de José Luis Rozas Bravo
Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2016
Cuando un poema te toca es como si recibieses una descarga eléctrica, te provoca un temblor que te conecta con la corriente de la vida.
Con esta idea, que es un poema en sí mismo, cierra Ada Salas su libro Escribir y borrar, que es algo más que una antología esencial de sus poemas, porque incluye también una antología de sus ensayos. Ensayos de poeta. Ada Salas, seguidora de Valente, se adentró en la poética del silencio y, a su pesar, se la sigue encasillando en esta línea. Intentó liberarse con un libro que tituló expresamente Esto no es el silencio (2008), de poemas más largos, más sostenidos, que los breves iniciales, en donde unos pocos versos mantenían una tensión titánica con lo que callaban. «Lo que dice / la canción del otoño: / lo que muda / no muere». Poco a poco ha ido retomando la versión minimalista de su primer libro: «para siempre renuncio a la certeza», «no escribo para cantar, sino para indagar», «nada nace de mí que no me asombre». Paralelamente al proceso de escritura, ha mantenido una reflexión sobre lo que hacía, que se ha ido convirtiendo en una manera de autoafirmarse. A veces sus ensayos se acercan tanto a su poesía, que no se diferencian de ella. Por ejemplo cuando los expresa mediante aforismos: «Construir. Construir qué. Socavar. A golpe de palabras». No en vano, «a veces estar vivo exige una violencia». Pero, si sus materiales poéticos y su voz son los que son y le han permitido tener un espacio propio en la poesía española actual, sus indagaciones sirven para cualquier línea poética. Como esa idea de la descarga eléctrica del principio. Dice Ada Salas que «un poeta no es más que un oído particularmente atento, y por lo tanto sensible, a las manifestaciones naturales e inmanentes del lenguaje». Y que «a lo largo del proceso de escritura, el momento creador suele ser muy breve, muy fugaz». Sostiene que «un buen poema no interpreta el mundo, le añade algo nuevo». De sus propios poemas le gustan más aquellos que no entiende. Dice que cuanto más ajeno le resulta su poema, más revelador será para el lector. Que el poeta, «lejos de dominar su lengua, está a su disposición, expuesto a ella».


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