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SILVIA ABAD MONTOLIÚ La boca contra el canto Dilema, Madrid, 2024 |
«Tu ausencia araña como el hambre, / pero esta carne es de verdad / y aún
es mía».
En su tercer poemario, Silvia Abad Montoliú (Valencia, 1995) ensambla
imágenes sin relación aparente para que el espectador hile una historia. Un
procedimiento que usaron Huidobro o Juan Larrea y que se emplea mucho en microrrelatos.
Requiere instinto y sutileza para que la aparente arbitrariedad de las imágenes
encuentre un hilo conductor. Abad Montoliú facilita que sus historias convoquen
chispazos emocionales porque además tiene el instinto del ritmo, del que
carecen otros practicantes de este método. El centro magnético más recurrente en
su poemario es la casa, a la que dedica un poema neurálgico: «La casa es pequeña…
» (los poemas no llevan título): «mi casa no se hizo / para otra cosa que para
ser casa: / para que vivieran dentro viejos, / para que se hicieran dentro niños». La casa es el lugar de los recuerdos: «sigo dormida en la sala de juegos / en la que
me encerré de niña / para llorar a oscuras». Es
también una prolongación de las relaciones: «abres una galería hacia el centro, / como una puerta que aún no habíamos
visto / en nuestra casa». A su vez, las
relaciones se materializan en el cuerpo: «mi espera es una lengua seca, / un pájaro acartonado / en el suelo de la
cocina». Los poemas de amor mezclan la
sorpresa y la sensualidad: «su
carne fue cierta. Su carne / tierna templada sobre mi cuerpo / era cierta». También ciertos momentos en que la pareja ha de
separarse tras el amor: «en mis
manos se derrite la nieve. / En su hogar, él todavía no ha llegado». A partir de este hilo se desarrollan otros temas como la
maternidad cumplida («madre soy porque di mi leche; / bebieron de mí hasta hartarse,
/ hasta quedar llenos de mí / y yo de ellos») o la maternidad frustrada («He perdido la cuenta de los hijos / que se me
han muerto dentro. // Pinto rosas marchitas / con sus cadáveres azules». Hay muchos temas más que no caben aquí y es mejor que
descubra por sí mismo el lector, pero para resumirlos está el final del libro: «Limpiemos pues esta casa de todo rastro, / de
todo amor, de toda palabra».
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