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KARMELO C. IRIBARREN La última del domingo Visor, Madrid, 2024 |
«Hay luz en las ventanas. / Tras ellas ―pienso― esa épica / minúscula / de
las vidas anónimas. / Las que mueven el mundo».
Karmelo C. Iribarren (Donosti, 1959) se ha labrado
un mundo propio y lo sostiene con voz reconocible. Esta nueva entrega, premio
Hermanos Argensola, es un paso más en ese camino ya trazado. Si acaso, con
poemas más largos, más sostenidos, y, probablemente más pesimistas. Es curioso
que en un poeta que habla de lo que observa en sus paseos por Donosti y en sus
contados viajes, la gente aparezca sin rostro, inmersa en el anonimato de un
grupo: el de los viejos, el de los jóvenes del extrarradio, las jóvenes
estudiantes o aquellos tipos solitarios que bebían en su bar y «se quedaban
ahí, / en silencio, / absortos, mirando / fijamente el interior / de la copa, /
ese enorme boquete, / ese abismo / al que ya / habían decidido saltar
». Como
contraste, Iribarren personaliza lugares y sustancias que acogen escenas desapercibidas:
las hojas, los descampados, un riachuelo, los ascensores. También personaliza
ciertos elementos abstractos que se han adherido a nuestra vida y que en sus
poemas se comportan con humana imperfección: la rutina, el futuro, el tiempo,
el azar. El declive de la vida se ha ido condensando. Así,
«cómo / no añorar aquellos tiempos: / siempre
se morían otros», o bien: «cada vez / me cruzo / con menos conocidos por
la calle». No en vano, «a partir de una edad / ―pongamos, por ejemplo,
los cuarenta y cinco― / a todos se nos va quedando / una cara parecida: la que
ponemos / cuando nos dan gato por liebre».
También el propio poeta tiende a desdibujarse cuando se retrata en tercera
persona como una sombra fugaz que intenta rematar un poema, casi siempre en
medio de «una calma rara» y bajo la luz del crepúsculo. Eso sí, asegura
que intenta que los poemas «te
interpelen, / o te toquen el corazón / o te agarren de las solapas… / Que no
parezca / que no ha pasado nada / en tu vida, una vez leídos». Menos mal que, después de las catástrofes y las
decepciones, «aparece ella, / como
si nada, / y te ayuda a seguir adelante».
Algunos nacimos arrastrando ciertas derrotas y así nos pasa que ninguna hoja esta totalmente en blanco cuando empezamos ha escribir en ella.
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