GREGORIO DÁVILA DE TENA Entre el diamante y la penumbra Cuaderno de Salmos Grupo Enuno, Albacete, 2023 |
«Brisa en la tarde, / la voz de las cigarras / cesa de golpe». Gregorio Dávila de Tena (Quintana de la Serena, 1959) es editor del foro de haiku Paseos.net y su obra nace muy cerca de la filosofía de este poema breve japonés, incluso cuando no escribe haiku. Dentro de esta atmósfera espiritual encaja su proyecto de recrear los salmos del Antiguo Testamento acercándolos a nuestro tiempo. Para que el homenaje tenga rigor, Dávila ha compuesto 150 piezas, las mismas que el original, y ha ido variando los temas, entre himnos, cantos, súplicas y acciones de gracias, así como los tonos, que son unas veces letánicos, otras jubilosos, a menudo intimistas. Eduardo Moga en el prólogo añade que Dávila también ha usado elementos técnicos de la tradición salmódica, como la anáfora, la repetición o el apóstrofe. Ya entrando en materia, apreciamos una constante relación romántica entre el paisaje y el estado de ánimo del poeta: «dichosos los sauces que agradecen / la niebla y la mañana». Casi siempre son, de hecho, elementos del paisaje los que le sirven el silencio que vehicula su control sobre las emociones: «cosechar el silencio de los árboles / entrar en el otoño / y diluirse». Aunque no es el único don que obtiene del mundo natural: «aprendo el arte del bramido / en la partitura de las olas». Y hasta ciertas personas en ciertos momentos le ayudan a serenarse: «las mujeres traen cántaros de calma». Estos regalos bebidos de la luz, de los árboles, del mar, contrastan con «el rugido de las tecnologías, / la sed de los iconos, / el anzuelo de las redes…». En general los abismos y los precipicios oscuros, la penumbra del título, son creaciones humanas, «hombres que deshacen la noche / en una liturgia de precipicios». El silencio no es un refugio fácil: «cuanto sé del silencio lo aprendí con dolor». Pero el poeta constata que el odio es amor mutado, que la ignorancia es la polilla del mundo y que la alegría quizás sea demasiado solemne. Dios aparece apostrofado aquí y allá. Siempre responde con silencio, lo que ya se ha convertido en tradición, aunque más reciente que los salmos bíblicos.
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