Andrés Ortiz Tafur: Traigo noche en los zapatos

ANDRÉS ORTIZ TAFUR
Traigo noche en los zapatos
La isla de Siltolá, Sevilla, 2023

«Porque sin eso, sin querer, / todo este melodrama no vale la pena, / languidece».

Traigo noche en los zapatos es el segundo poemario de Andrés Ortiz Tafur (Linares, 1972), que hasta ahora había frecuentado mucho más el relato y el articulismo. En este libro encontramos sobre todo dos tipos de poemas: los breves de estructura epigramática y otros más largos y sinuosos que corresponden a monólogos del propio autor o incluso a monólogos dramáticos atribuidos a otros personajes. En esta segunda veta el autor se deja ir por una sucesión de acontecimientos cotidianos en un tono narrativo que tiene algo de la desolación de Bukowski, pero en limpio. A menudo utiliza incluso herramientas del relato. Los poemas epigramáticos, en cambio, son mucho más comprimidos. Reflexionan sobre la vida, condicionada por una ruptura sentimental, y lo hacen con una sensatez muy senequista: «Solo descubres que estás en guerra / cuando alguien te pide la paz». A esta colección pertenecen piezas como «De campo», «Hombre de piedra» o «Con su paso» que para mi gusto están entre los más logrados del libro: «…si algo nos enseña la vida / ―con su paso― / es justamente a no saber vivir / a confundir ocho con ochenta, / un Mercedes con un beso». Parten estos poemas de alguien que se sienta y mira y decide que para poner los sentimientos en su sitio hay que recurrir al matiz: «Mi problema no es que no te quiera. / Es otra cosa distinta que pasa por ahí, / como el agua que solidifica y enfría las bebidas: / imprescindible, pero sin una importancia manifiesta, / porque se da por hecho». En la misma línea, «la soledad ya estaba ahí», «no hay paz en la costumbre» o el poeta descubre que su verdadera y única patria es la casa donde vivió con sus padres, y lo verifica cuando ellos han muerto: «descubrir que mi bandera nunca salió de su casa». La culpa por la ausencia del amor revolotea con elegancia y la mejor manera de hablar con un amigo fallecido es callar y dejar que hable el paisaje («anoche escuchamos el silencio»). El mejor Ortiz Tafur se define con la voz rasgada: «me prefiero roto, cantando».


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