RAQUEL VÁZQUEZ Puerta de embarque Renacimiento, Sevilla, 2022 |
«Y ahora es el embarque hacia la nada, / embarque hacia la escarcha de la culpa». Con 32 años, Raquel Vázquez (Lugo, 1990) acumula ya siete libros publicados, ocho, si contamos el objeto de esta reseña. Casi un libro por año desde 2011, que abarcan narraciones y aforismos, además de poemas. No he leído los anteriores. En Puerta de embarque, se aprecia a una poeta joven con mucha determinación. En la mayoría de los poemas, sobre todo los de la primera parte, se deslizan imágenes audaces girando sobre temas reconocibles. Hay un rechazo hacia el mundo, contemplado como una totalidad global y difusa: «ahora que la vida / enarbola constante su mordisco, / ahora que la vela / solo porfía en inflamar la sombra». Aunque reina un surrealismo que podemos considerar romántico, por el empleo de términos de la retórica tradicional, como llanto, alma o corazón, también hay ciertos toques sociales: «Van los trenes vacíos / y eso era el futuro». La naturaleza generalmente aflora desde la extrañeza («era el mirlo un intruso que cantaba») cuando no directamente desde la hostilidad: «El crepúsculo repta al final de los campos, / esa atroz alimaña que ansía luces últimas, / que derrocha pigmentos / sobre la tierra y un corazón mustio». También hay atisbos de rebeldía: «por ello aquí estamos / en contra de este mundo que deifica los límites, / en contra de este mundo que pixela el hallazgo…». La actitud más frecuente, no obstante, es la impotencia. Ni siquiera la escritura soluciona nada. Solo sirve para «ponerle un altavoz al tiempo y a las lindes, / agostar la materia, ahogar el alma / con palabras murciélagas y un erizo en la boca». Más que contribuir a comprenderla, la poesía desvirtúa la realidad: «y tú desapareces tras las sílabas / como un camaleón diseccionado. / Puedes amar, sentir dolor, soñar sin cuerpo: / solo eriges un túmulo de ausencia, / degustas una copa de cicuta holográfica, / gimes las cuatro cosas que aprendiste una vez». En la medida en que se centre más en descifrar esa realidad y menos en las cosas aprendidas, explotará Raquel Vázquez su madera de poeta.
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