Luis Alberto de Cuenca: Apagaste las luces y encendiste la noche

LUIS ALBERTO DE CUENCA
Apagaste las luces y encendiste la noche
El orden del mundo, Córdoba, 2021

«Y ni siquiera sé / quién está al mando de esta nave rota / donde tú, vida mía, me disuelves / en la luz de tu abrazo».

De Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) se han publicado tantas recopilaciones, antologías y estudios que nos parece imposible leerle un solo verso inédito. Y eso que él persiste publicando nuevos poemarios con meritoria regularidad, y cada vez más frondosos. El último, Después del paraíso (2021), reunía ciento seis poemas en cinco capítulos. Sin embargo, basta que alguien nos proponga una nueva mirada, en tamaño abarcable, y colocando el acento en una de sus vetas preferidas, para que vuelva a brillar ante nosotros con renovado fulgor. En apagaste las luces y encendiste la noche encontramos, sin apenas distracciones, al reinventor de la poesía trovadoresca en la rama galante, al poeta que prefiere fantasear antes que caer en impudicias que puedan herir sensibilidades. También, y al mismo tiempo, al que es capaz de atraparnos con su ironía gamberra, siempre medida. Aquí están algunos de sus poemas emblemáticos para dar fe: «La malcasada» («Casada» en este libro), «El desayuno», «Bébetela»… Aquí encontramos los perfumes amargos y el olor a flor mojada de un desnudo, encontramos cómo se lentifica el tiempo cuando falta la amada, y cómo el amor que se apaga parece a una flor seca en el corazón de un libro. En el juego de las perversiones, nos saludan, como desde un cómic, la figura del engañado, la del mordido por la vampiresa, la del que propone la muerte como Catulo para combatir el aburrimiento conyugal: «muramos juntos, Lesbia». En su concepción el libro se proponía adelantar como inéditos poemas que terminaron apareciendo en Bloc de otoño (2018). No importa, su formato nos ayuda a apreciar momentos verdaderos libres de juegos y de cortesías: cuando un abrazo se siente hasta los dedos de los pies, o el amor de carne y hueso se antoja la única religión concebible: «tú, recién levantada de la cama, / sin nada que no sea tu glorioso / cuerpo gastado por las decepciones y los desengaños […] / esa es mi religión, esa es la única / visión de lo sagrado que conozco».

1 comentario:

  1. A veces me entran dudas sobre lo que es devoción u obligación en esto de la crítica literaria. Admiro a quien recorre paso a paso una distancia larga, fijándose en cada piedra del camino. A mí me cuesta con muchos y especialmente con este tipo de poesía "Luis Alberto", que me suena a ya dicho. Pero mucho ha de ser el cereal, aunque sea forrajero, en una tierra de páramos y estepas.
    Un abrazo.

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