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AURORA LUQUE Un número finito de veranos Editorial Milenio, Lleida, 2021 |
«Canta el cuerpo por dentro y sintoniza / con el
lenguaje alto de las ramas / como un secreto que el amor, severo, / no quisiera
contarme todavía. / Pero supe que amaba. Me lo decía el mundo».
En Un número finito de veranos, Aurora
Luque (Almería, 1962) se mantiene fiel a sus querencias. Cruza el mar hacia
otras geografías, hacia tiempos míticos, buscando
esos límites donde no llega su saber de traductora: «A otras cosas quizá las
atrapa el lenguaje / y caben, cómodas y ajustadas, en sus nombres. // El mar no
es una de ellas». En una breve explicación final, Luque nos aclara que solo
cuatro de los poemas incluidos son realmente inéditos, y que el resto han ido
apareciendo en revistas, antologías, libros compartidos, homenajes e incluso en
la inscripción de una fuente pública en Cádiar. Jaime Siles apunta en el
prólogo que la poeta ha sabido convertir esta heterogeneidad en virtud, agrupando
los poemas en capítulos temáticos que abarcan casi todas las variedades de la
formulación poética. En cualquier caso, la voz de Luque está muy definida. Es
tan ágil su inteligencia viajera y tanta su prisa por contar que a menudo salta
de unas cosas a otras dejando en medio elipsis, centrada en su obsesión por
atrapar el día, en apurar la intensidad del ahora, que es su filosofía de vida:
«rezamos al presente los paganos / (...) No esperemos placer, palabras, carne,
fruta, / más allá de la muerte. A qué apostar más lejos». La carnalidad y la
sensualidad hay que atenderlas, hay que disfrutar con el bálsamo de la escucha,
de la luz junto al mar de los veranos, en esta vida donde no hay paraíso pero hay
horas de abrazo y de jardín. Y es por cierto entre los árboles, en un capítulo
compuesto por prosas poéticas en las que invoca a mujeres conocidas como si
fueran espíritus familiares, donde encontramos el poema que da título al libro
y otro titulado «Que huela a árbol», una evocación con la autenticidad de lo
imprescindible: «Crecer con arboles te enseña música: los ritmos del tiempo, de
los frutos, de los cuerpos. Te enseña métrica. A los huertos no está invitada
la velocidad».
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