ida Vitale: Tiempo sin claves

IDA VITALE
Tiempo sin claves
Tusquets, Barcelona, 2021

«Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo».

Andamos maravillados y agradecidos los lectores de Ida Vitale (Montevideo, 1923) de que a sus 92 años siga en la brecha ofreciéndonos poemas nuevos en su más reciente libro, Tiempo sin claves. El título parece referirse a un lugar fuera del marco temporal, superadas las prórrogas, después de que con Mella y criba (Pre-textos, 2010) nos hubiese dejado sabor de despedida en versos como «también queda conmigo / mi esperanza de tiempo» o «todavía eres presa de la vida». En su nueva entrega, Vitale deja correr los dedos por el piano de la palabra sin prejuicios ni ataduras, abandonándose al ritmo y al juego: «hoja y lápiz para un oído limpio, / curioso y desconfiado». Unas veces es el pájaro tero, otras el gato del vecino, otras es el dodó o un nuevo pájaro, esta vez desconocido, los que reclaman su atención. La vida se va insertando en ventanas de sol y de naturaleza («entrar a un nuevo día para ver cómo muere. / Cubrirme bien los ojos para ver cómo veo»), y la poeta observa su transcurso e intenta fijarlo con palabras, aceptando que no siempre el ejercicio de sentarse consigue el resultado perseguido: «entre escritura y sueño, algo / a veces fluye: la poesía». La lucha asoma aquí y allá, dejando pistas de que Vitale se mantiene atenta, inmersa en la aventura de buscar, sin conformarse con soluciones fáciles: «sale, en busca de precisiones / como de luna llena, / quizás a encontrarse entre lo oscuro, / como en la música». Vitale deja claro a cualquiera que suponga lo contrario que, aunque hayas vivido casi un siglo, la vida sigue corriendo tan vertiginosa como a cualquier otra edad: «pasa rápido el canto llevándose su pájaro, / el dorado ribete llevándose a la nube, / el sol que ilumina la dicha de un momento». Fiel a su costumbre, sale cada día a buscar las palabras porque están perdidas «como un pájaro joven, sin nido aún, (...) / apenas un instinto todavía dormido». Como sugiere el poema «Correr el riesgo» hay que aventurarse porque, a cualquier edad, vivir es de valientes.