José Luis Vidal Carreras: Flores de la inocencia

JOSÉ LUIS VIDAL CARRERAS
Flores de la inocencia
Olé Libros, Valencia, 2021

«Esta luz vieja / titubeante en su lámpara / habla ahora por mí».

José Luis Vidal Carreras (Vitoria, 1954) es un poeta de larga trayectoria (este es su undécimo libro, y tiene otro en preparación) a quien le gusta moverse en versos breves, que recurren a la naturaleza como reflejo de las emociones humanas. En este caso va un poco más allá y se encarna en unas flores, las flores de la inocencia del título, a través de las que habla con una cierta evocación juanramoniana: «¡Me despierto tan sola! / Al fondo el sol me ciñe / su corona de espinas». Desde esa imagen de las flores, quietas en su espacio, describe el derredor, que es casi siempre un soplo de aire, pájaros, rumor de agua y por supuesto la luz, con todas sus irisaciones. Tantas sutilezas lo que constatan es que sigue transcurriendo, inexorable, el tiempo: «Veo mi juventud, y sus prisas, / como un amor robado, / como gloria gastada». Naturalmente la conciencia de lo perdido produce tristeza, aunque es una tristeza contenida, aferrada a la plenitud de lo que aún continúa siendo: «Paz, / murmullos en las ramas, sol / severo, y llega esta dulce nostalgia / de agua que corría». Vidal Carreras teje sus paisajes interiores con sustancias tan leves que apenas se estremece en ellos la pura contemplación: «El heno y las encinas / llenan este vacío templo / que el milano levanta / o la hormiga reduce. / Y el aire respirado y respirante / es alma ahora». Con estas materias, el poeta va hilando, igual que la araña, una tela casi transparente de versos de arte menor, en la que nos quedamos adheridos mientras volábamos. A menudo, eso sí, introduce rimas que nos sacuden con su chicharra para romper la fascinación: «Todo está bien. / Y por la limpia / escalera del aire / mi voz se afina / y, porque sí, / canta en la cima». Vamos comprendiendo poco a poco que nos acercamos al final del día, que es metáfora del final de la vida, y el poeta se esmera en que lleguemos con el mismo sosiego y armonía que reinaban con la luz plena: «Sombra, no te apresures, / frena tus hormigueros, / calla tus grillos».